Con carácter general, una vez diagnosticada una alergia, la primera medida implica intentar la evitación del alérgeno. Hay veces en que ésto resulta más fácil, como puede ser el caso de alergia a algún alimento no especialmente habitual en la dieta, y otras veces en que, por motivos diferentes, resulta muy difícil.
Entre estos últimos casos suele encontrarse la alergia a mascotas. Con frecuencia, la mascota (especialmente si se trata de un perro o un gato) está tan integrada en la familia que es considerado, literalmente, un miembro más de la misma, y los lazos afectivos con el animal son tan fuertes que la mera perspectiva de desembarazarse de él crea un sufrimiento importante en el seno familiar. Además, después de que un gato o un perro salgan definitivamente de la casa, los alérgenos del animal suelen seguir estando presentes en el interior de la misma durante meses, condicionando la persistencia de síntomas: algo de lo que el alergólogo habrá avisado al enfermo, pues en caso contrario es posible que tanto éste como sus convivientes lleguen a la conclusión de que el diagnóstico no fue correcto y que el sacrificio era innecesario.
Pero existe, además, una circunstancia en la que renunciar al animal es incluso, si cabe, más difícil: se trata del caso de la persona invidente que tiene alergia a su perro lazarillo.
Es un hecho comúnmente asumido que hay razas de perros más alergénicas que otras. Aunque hasta ahora no hemos identificado alérgenos clínicamente relevantes que sean específicos de raza (es decir, que estén presentes en una raza y no en las otras), algunas razas de perro tienen más tendencia a la seborrea y a mudar caspa y pelo que otras, por lo que tienen más facilidad para ir soltando alérgenos al entorno. Aunque las razas más frecuentemente utilizadas como perros guía son Labrador Retriever, Golden Retriever y Pastor Alemán (su envergadura, en combinación con su carácter, los convierte en candidatos ideales), estos días hemos tenido conocimiento, por la prensa, de la existencia en España de un caniche gigante que ha sido entrenado para ello precisamente por considerarse hipoalergénico (suelta menos pelo, y probablemente también produzca menos secreción sebácea, pues esta última es una fuente de alérgenos de mayor importancia que la anterior), y que al parecer está cumpliendo, de momento, satisfactoriamente su función: http://www.insercionsocial.com/accesibilidad/conocemos-a-obi-wan-el-primer-caniche-gigante-que-llega-a-ser-perro-guia/
No obstante, no existen perros completamente hipoalergénicos: en parte, porque la propia saliva del animal es una de las principales fuentes de alérgenos, y, en parte, porque nunca puede elimiarse por completo la pérdida de pelo o fragmentos de piel.
Afortunadamente, todavía queda otra opción a considerar si lo anterior fracasa: la inmunoterapia, para inducir progresivamente tolerancia en la persona alérgica.