Liquenificación.

La liquenificación es una afectación de la piel que se produce como consecuencia del rascado crónico, es decir, durante periodos prolongados de tiempo. Se caracteriza por un engrosamiento de la capa más superficial de la piel (epidermis) con una acentuación de los pliegues de la superficie de la piel.

Algunas veces, los términos liquen simple crónico y neurodermatitis se utilizan como sinónimos de liquenificación. Sin embargo, algunos autores establecen una diferencia dependiendo de que exista o no, previamente, alguna enfermedad crónica de la piel que induzca al rascado. En estos casos, la expresión liquen simple crónico se usa cuando se desarrollan placas de liquenificación por un rascado crónico sin que exista ninguna patología de base conocida, mientras que se habla de liquenificación secundaria cuando el proceso se desarrolla como consecuencia del rascado crónico debido a alguna afectación previa que condiciona prurito (es decir, picor) persistente, como puede ser una dermatitis atópica o una dermatitis alérgica de contacto con eczema crónico.

En todas las formas clínicas de liquenificación, el prurito o picor es el síntoma principal. No cabe duda de que se trata de una afectación debida al rascado, aunque puede no encontrarse una relación directa entre el grado o extensión de la afectación de la piel y la intensidad del prurito que el paciente refiere.

Durante las fases iniciales del proceso de liquenificación la superficie de la piel afectada aparece enrojecida y con una exageración de los pliegues normales de su superficie. A medida que el proceso continúa y el rascado se mantiene, la piel se va engrosando progresivamente, aumentando su consistencia, la superficie se va volviendo brillante y/o hiperpigmentada (más oscura), y es fácil que se aprecien en ella pápulas (pequeños puntitos sobreelevados) de superficie brillante, y pequeñas escamas que pueden desprenderse.

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El tratamiento debe ir dirigido a romper el círculo vicioso de picor-rascado-liquenificación: es fundamental interrumpir el rascado para que la piel pueda recuperar sus características normales, por lo que se debe actuar sobre el picor preexistente para aliviarlo, con ayuda farmacológica si es preciso. Y es que hay que tener claro que el rascado crónico para aliviar un prurito persistente no sólo no resuelve el problema, sino que a largo plazo complica la cosa, pudiendo llegar a convertirse en un remedio incluso peor que la enfermedad.