Un antígeno es una sustancia que, cuando se introduce en el organismo, es capaz de inducir una respuesta inmunitaria; es decir, es capaz de hacer que se desencadene una reacción inmunológica, de tipo humoral (a base de anticuerpos) o celular, como respuesta a su propia presencia. Esa respuesta recibe el nombre de “específica”, precisamente porque se desencadena específicamente contra ese antígeno en cuestión (los anticuerpos que se forman, por ejemplo, se unen selectivamente a ese antígeno). Los antígenos son predominantemente moléculas de tipo proteico (es decir, proteínas) pero puede haber excepciones.
Decimos que los antígenos tienen inmunogenicidad (es decir, son capaces de desencadenar una respuesta inmunitaria) y también especificidad (porque esa respuesta inmunitaria es específica contra el propio antígeno).
Cuando esa reacción inmunológica tiene las características de una respuesta alérgica (por ejemplo, en hipersensibilidad mediada por IgE, o en hipersensibilidad mediada por células como es el caso de las dermatitis de contacto alérgicas), al antígeno en cuestión lo llamamos alérgeno.
Los alérgenos son siempre antígenos (a los cuales llamamos alérgenos cuando la respuesta inmunitaria que desencadenan es de tipo alérgico). Sin embargo, hay antígenos que no son alérgenos (porque, aunque desencadenan una respuesta inmunológica, ésta no es de tipo alérgico: por ejemplo, las respuestas inmunológicas defensivas desencadenadas frente a un microorganismo infeccioso).