La anafilaxia es la más grave expresión de una enfermedad alérgica, y constituye una emergencia médica con riesgo vital. La adrenalina es su tratamiento de elección, y tiene la ventaja de que puede utilizarse incluso en medio extrahospitalario, antes de recibir asistencia sanitaria. Los pacientes con riesgo de anafilaxis conocido deben y suelen llevar consigo dispositivos autoinyectores de adrenalina, para administrársela por vía intramuscular (se aconseja inyectar en la cara externa del muslo) en cuanto notan los primeros síntomas de anafilaxia. De hecho, se ha comprobado que la muerte por anafilaxia suele relacionarse con un retraso en la administración de adrenalina.
Los autoinyectores de adrenalina son dispositivos que vienen cargados previamente, con una dosis estándar (no sería razonable que una persona que está padeciendo una anafilaxia, o las personas de su entorno que están presenciándola, se entretengan en determinar la dosis exacta para cargar el dispositivo precisamente en ese momento de angustia), y concretamente están disponibles en dos dosis: 0,15 mg (para los niños) y 0,3 mg (para adultos).
La dosis recomendada para niños es 0,01 mg/kg. Una simple operación aritmética nos permite constatar que si el niño en cuestión es pequeño y pesa menos de 15 kg, administrarle la dosis de 0,15 mg de adrenalina que contiene el autoinyector precargado recomendado para niños supone administrarle una dosis mayor de la recomendada. Y ocurre que, como cualquier otro medicamento, la adrenalina, a dosis elevadas, puede tener efectos secundarios indeseables. Sin embargo, no existen en el mercado dispositivos precargados con una dosis inferior a esa.
¿Cuál es la actuación más recomendable, en estos casos?
La Sociedad Canadiense de Alergia e Inmunología Clínica (Canadian Society for Allergy and Clinical Immunology) ha estudiado el asunto con el objetivo de emitir una recomendación clara a los padres o cuidadores sobre la actuación más adecuada en caso de que se presentara una anafilaxia en un niño pequeño de peso inferior a 15 kg. Como siempre que, en medicina, se emiten recomendaciones, hay que sopesar cuidadosamente tanto los beneficios potenciales como los riesgos o efectos indeseables posibles. Los beneficios están muy claros, y son irrefutables: la adrenalina es el único medicamento que ha demostrado capacidad para revertir una anafilaxia, la cual, de otro modo, podría ser mortal. Respecto a los riesgos, sin embargo, llegan a la conclusión de que, aunque no son descartables, teniendo en cuenta la cantidad de adrenalina que pasaría a la sangre como consecuencia de esa inyeección intramuscular, sus efectos serían leves y transitorios. Y, desde luego, no aconsejan proveerse de ampollas de adrenalina y jeringas para cargarlas en el momento de presentarse el problema: aún cuando fueran capaces de mantenerse suficientemente serenos como para cargar la dosis adecuada, el retraso en la administración de adrenalina podría ser fatal.
Así pues, considerando que no existe, en la actualidad, un autoinyector con la dosis más ajustada, recomiendan utilizar el de 0,15 mg de adrenalina: sus beneficios potenciales compensan sobradamente sus riesgos. Lo ideal sería, por supuesto, que existieran autoinyectores de adrenalina con una dosis menor (por ejemplo, 0,10 mg), pero, en su defecto, la mejor alternativa disponible es utilizar el autoinyector de 0,15 mg (que, por tanto, debería prescribirse a los niños con riesgo conocido de anafilaxia, aun cuando su peso fuera inferior a 15 kg).
Si quieres leer el documento (en inglés) en el que hacen esa propuesta, pulsa sobre la imagen: