Es tradicional clasificar los aeroalergenos o alérgenos inhalantes en dos grandes grupos, en función del periodo de tiempo durante el que pueden encontrarse en el ambiente: alérgenos estacionales y alérgenos perennes.
Como puede deducirse de la nomenclatura, los alérgenos estacionales son aquéllos que se encuentran presentes en el ambiente (y, por tanto, pueden dar problemas a las personas alérgicas) durante un perido de tiempo concreto (aunque no necesariamente éste tiene que coincidir con una estación del año), mientras que los alérgenos perennes son aquéllos que pueden detectarse en el ambiente (ya sea en el exterior o en el interior del domicilio) durante prácticamente todo el año.
Los alérgenos estacionales, también llamados de temporada, son pólenes (hay autores que también incluyen entre ellos algunos hongos, a los que más adelante haremos referencia). Los más conocidos (y más temidos en nuestro entorno) son los del olivo y las gramíneas, típicos de la estación primaveral, pero hay otros pólenes, como los de la artemisia, cuya época de polinización, siendo limitada en el tiempo, no coincide con dicha estación.
Por su parte, los alérgenos perennes son aquéllos que, en mayor o menor concentración, pueden encontrarse en prácticamente cualquier época del año. Entre los más típicos están los ácaros del polvo doméstico y los hongos microscópicos o mohos (Alternaria, Penicillium, Cladosporium y Aspergillus son las especies que más frecuentemente producen problemas de tipo alérgico). También hay, no obstante, pólenes que pueden considerarse perennes: el principal en Andalucía es el polen de la parietaria (Parietaria judaica, conocida vulgarmente como «pegajosa»), una planta de la familia de las Urticaceae, a la que también pertenecen las ortigas, cuyo periodo de polinización es tan prolongado que pueden encontrarse en el ambiente casi en cualquier época del año.
No obstante, incluso los llamados alérgenos perennes pueden ver su concentración sometida a variaciones dependientes de diversos factores. Por ejemplo, ya vimos cómo los ácaros proliferan en condiciones de elevada humedad: la sequedad de la estación estival, por tanto, hace que entonces sus niveles sean menores. También los hongos pueden liberar más esporas en respuesta a la humedad ambiental, lo cual hace que sus niveles sean más elevados en primavera y otoño (precisamente por este motivo, hay autores que defienden que alguno de estos hongos, como la Alternaria, se considere un alérgeno estacional, aunque la realidad es que, si bien en niveles más bajos, puede detectarse también en verano e invierno). Y, finalmente, la parietaria (en la imagen) se reproduce menos durante la época más fría del invierno, pero su constancia a lo largo del resto del año hace que merecidamente la consideremos responsable del polen más persistente de cuantos producen alergia en nuestro entorno.