La lactancia materna, ¿tiene algún papel en la prevención de enfermedades alérgicas?

Esta primera semana de agosto (del 1 al 7 de agosto de 2014) se celebra en el mundo la Semana Mundial de la Lactancia Materna. Lo auspicia la Alianza Mundial pro Lactancia Materna (cuyas siglas en inglés componen el acrónimo WABA: World Alliance for Breasfeeding Action), que es una alianza de organizaciones e instituciones que protegen, promueven y apoyan la lactancia materna, y que tiene un papel consultivo respecto a UNICEF y al Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas.

El objetivo de esta Semana es divulgar los beneficios de la lactancia materna para fomentar su práctica como alimento exclusivo durante los primeros meses de edad. Su lema es «Lactancia materna: un triunfo para toda la vida«, y el logotipo propuesto por sus organizadores es el que aparece al final de esta entrada.

Sabemos que, como método de alimentación en la infancia, la lactancia materna tiene múltiples beneficios nutricionales, inmunológicos y psicológicos. Pero, ¿qué sabemos respecto a su posible papel, si es que tiene alguno, en la prevención de enfermedades alérgicas?  Veámoslo.

Ya en 1939, Grulee y Sanford encontraron siete veces menos dermatitis atópica en niños alimentados con leche materna. Esta fue la primera prueba obtenida de forma sistematizada que indicaba que la lactancia materna podría ejercer un papel protector frente al desarrollo de enfermedades alérgicas. Sin embargo, como pasa con frecuencia en medicina, estudios posteriores han demostrado que hay que ser prudente y que esos hallazgos no pueden generalizarse de forma indiscrimianda. Hoy sabemos, por estudios más recientes, que la lactancia materna, mantenida como alimento exclusivo durante al menos tres meses desde el nacimiento, se relaciona en efecto con menor frecuencia de dermatitis atópica, especialmente en lactantes de alto riesgo para alergias (aquéllos con historia familiar de alergias o atopia, por ejemplo). Por ello, se asume que es un factor protector para el desarrollo de dermatitis atópica en niños de alto riesgo, en comparación con niños alimentados de otro modo. Sin embargo, estos beneficios no están tan claros en el caso de lactantes que no puedan considerarse de alto riesgo para alergias. Además, la mencionada relación con una menor frecuencia de dermatitis atópica queda restringida a la dermatitis atópica en la infancia, pues tampoco se ha visto que exista de un modo tan evidente respecto a la dermatitis atópica del adulto. Y es importante, también, recordar que estamos hablando en términos estadísticos, y que el desarrollo de una dermatitis atópica depende de múltiples factores, por lo que nada garantiza que la lactancia materna, aún mantenida de forma exclusiva durante los primeros meses de vida, pueda evitar su aparición en cada caso concreto.

Aunque algunos autores han encontrado que la lactancia materna exclusiva durante un mínimo de cuatro meses protege frente al desarrollo de alergia a la proteína de la leche de vaca, esta afirmación también resulta escasamente apoyada por investigaciones recientes.

Respecto a otras enfermedades alergicas, no existe evidencia consistente que permita afirmar que la lactancia materna es un factor protector para su desarrollo. No existe una clara reducción del riesgo de asma bronquial, ni de la rinitis alérgica, ni de la sensibilización a aeroalergenos, ni de las alergias alimentarias en general (con la única excepción, aunque controvertida, de lo referido respecto a la proteína de la leche de vaca).

Los beneficios de la lactancia materna como factor protector frente al desarrollo de enfermedades alérgicas, como puede verse, probablemente no están demostrados de forma tan contundente como en otros ámbitos. Lo cual no quiere decir que no existan: como decía Carl Sagan, «la ausencia de pruebas no es prueba de ausencia«; es decir, el hecho de que todavía no hayamos conseguido demostrar esos beneficios de forma contundente no quiere decir que no existan; tan sólo, que no podemos afirmar taxativamente que existan.

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