Para el diagnóstico de las enfermedades alérgicas, la mejor herramienta con que cuenta el alergólogo es su capacidad para la realización de una buena historia clínica, incluyendo una exhaustiva entrevista a su paciente y una exploración física. Una vez alcanzada la sospecha a partir de esa información clínica, disponemos de diversas pruebas para confirmarla o descartarla: las llamamos «pruebas complementarias«, pues son, en efecto, complementarias de las imprescindibles entrevista clínica y exploración física que deben presidir la investigación de una posible enfermedad alérgica.
Las pruebas complementarias pueden ser de diverso tipo. En el ámbito de la Alergología, generalmente las clasificamos en pruebas in vivo y pruebas in vitro.
Las pruebas in vivo (in vivo es una expresión latina que significa «dentro de lo vivo») son las que se llevan a cabo directamente sobre el propio organismo del paciente. Las pruebas cutáneas con alérgenos son un claro ejemplo de ello.
Por el contrario, las pruebas in vitro (in vitro es una expresión latina que significa «dentro del vidrio») son las que se llevan a cabo generalmente en un ambiente controlado (como un laboratorio) fuera del organismo vivo, sobre una muestra extraída del mismo. La referencia al vidrio se relaciona con el hecho de que, habitualmente, en el laboratorio se trabaja sobre la mencionada muestra en un tubo de ensayo o en una placa de cristal. Lo más frecuente es que esa muestra mencionada sea sangre, aunque hay otras posibilidades (por ejemplo, un fragmento de piel en caso de biopsia cutánea).
En Alergología, tanto para la investigación como para el diagnóstico, existen pruebas importantes de uno y otro tipo. A veces, es necesario combinarlas. Otras veces, basta con realizar las de uno u otro tipo. Por suerte, las pruebas in vivo más frecuentemente utilizadas para el estudio de las enfermedades alérgicas no son especialmente molestas ni peligrosas, pero incluso en los casos en que puedan entrañar incomodidades o riesgos, se llevan a cabo del modo en que se minimicen las primeras y los segundos. El alergólogo considerará siempre los posibles inconvenientes sopesándolos con los beneficios esperados, antes de indicar la realización de puebas de un tipo, o del otro, o de ambos.