Fórmulas lácteas hidrolizadas y alergias alimentarias: ¿El fin del sueño?

La leche materna constituye el primer alimento que toma el bebé, y le proporciona todo cuanto necesita para su desarrollo en los primeros meses de vida. Aunque no hay suficiente evidencia para concluir de forma taxativa que la lactancia natural previene las alergias, sí está ampliamente aceptado que previene otras diversas enfermedades, y por todo lo anterior se aconseja con carácter general. Las guías clínicas recomiendan lactancia materna exclusiva durante los cuatro a seis primeros meses (la Organización Mundial de la Salud se inclina por seis meses) y con alimentación complementaria durante al menos de uno a dos años de edad del bebé. Cuando se cesa en la lactancia natural, o incluso antes si las madres no pueden o no desean dar el pecho, se utilizan sustitutos de la leche materna.

Con el nombre de fórmulas hidrolizadas nos referimos a una serie de fórmulas lácteas en las que las proteínas se han roto artificialmente por efecto de enzimas, descomponiéndose en fragmentos peptídicos más pequeños y menos alergénicos.

Tradicionalmente, las guías clínicas sobre alimentación de los lactantes en casi todo el  mundo han recomendado el empleo de fórmulas hidrolizadas en lugar de fórmulas de leche de vaca convencionales para prevenir la alergia a la leche en niños de alto riesgo, a pesar de que no está del todo claro que haya evidencia suficiente para apoyar esta recomendación. Es más, según la Food and Drug Administration norteamericana (FDA, la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos) las fórmulas hidrolizadas también implicarían un menor riesgo de aparición de eczemas que las fórmulas convencionales.

Sin embargo, el último número de The British Medical Journal incluye un trabajo que pone en cuestión esa convicción. Se trata de una revisión sistemática y metaanálisis, cuyos autores, encabezados por Robert J Boyle, han analizado los datos de 37 ensayos clínicos disponibles en la literatura científica que habían sido llevados a cabo con más de 19.000 bebés, con el objetivo de evaluar si la leche de fórmula hidrolizada se asocia efectivamente, frente a las fórmulas convencionales, con un menor riesgo de alergia a la leche y de eczemas, muy especialmente en bebés de alto riesgo. Se trata del estudio más completo y con evidencias más fuertes de todos los llevados a cabo hasta ahora sobre este tema. Y sus resultados son desconcertantes, pues no apoyan lo que se creía previamente.

Los autores concluyen que, de acuerdo con sus resultados, las fórmulas lácteas hidrolizadas no se asocian con una reducción del riesgo de eczemas, sibilancias o alergias alimentarias (incluida la alergia a la leche de la vaca) frente a la utilización de fórmulas lácteas no hidrolizadas. Como ellos mismos afirman, entonces, sus hallazgos no apoyan las recomendaciones que hacen las actuales guías clínicas de utilizar fórmulas hidrolizadas para prevenir la enfermedad alérgica en lactantes de alto riesgo.

Una sorpresa, sin duda.

Parece que, hasta ahora, las fórmulas hidrolizadas se recomendaban para prevención de alergias, a pesar de no existir una evidencia concluyente, con la esperanza de que podrían, en efecto, prevenirla y que, en cualquier caso, no era previsible que causaran ningún daño. Sin embargo, a la vista de estos nuevos hallazgos resulta razonable revisar las guías que hacen esas recomendaciones. Probablemente sea más beneficioso reorientar el planteamiento para reforzar la recomendación de la lactancia natural y demandar de las empresas comerciales que fabrican estos productos un mayor esfuerzo de investigación para mejorarlos.

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