Archivo por años: 2014

Septiembre, desde su umbral.

¿Por qué septiembre se nos presenta habitualmente tan cargado de melancolía? ¿Por qué su mero nombre nos evoca un ramalazo de nostalgia tan compartido que no es raro que los artistas (músicos, cineastas, poetas, …) recurran a él para inspirar una tristeza serena? ¿Será, tal vez, porque representa el final de un verano que ha podido ser rico en experiencias y relaciones (y quizá todos hemos tenido, al menos, un verano así alguna vez en la vida)? ¿Porque nos anticipa la llegada inminente del otoño, con su clima más desapacible que podrá limitar las posibilidades de ocio y las actividades sociales? ¿Porque lo entendemos como la metáfora del final de una etapa de esplendor, del inicio de una decadencia, del atisbo de la senectud?: con ese sentido se ha usado frecuentemente en el mundo de la música, como es el caso de la canción «September song» («Canción de septiembre«), de Kurt Weill, un tema recurrentemente grabado desde 1938 por diversos cantantes e instrumentistas, una de cuyas versiones, a cargo de la trompeta jazzística de Chet Baker, os dejamos al final de esta entrada.

Si con carácter general septiembre representa la vuelta a la rutina, para muchas personas alérgicas supone retomar el contacto con alérgenos que se habían dejado temporalmente atrás, o exponerse de nuevo al riesgo.

El clima se hace más favorable para los ácaros del polvo doméstico, que se reproducen con mayor profusión (sobre todo, porque aumenta significativamente la humedad ambiental sin que haya llegado todavía el frío, y porque ya no mantenemos las ventanas y balcones tanto tiempo abiertos de par en par), y algunas personas alérgicas notan también un aumento de los síntomas al regresar a sus residencias habituales, con sus moquetas, bibliotecas, salones y dormitorios recargados, tras haber pasado algún tiempo en estancias veraniegas amuebladas con lo imprescindible.

Algunas plantas liberan en esta época cantidades importantes de polen con propiedades alergénicas, como las quenopodiáceas y amarantáceas, plantas de tipo herbáceo o arbustivo de las que especialmente las primeras son muy abundantes en nuestro entorno.

Si algún asmático, confiado por las condiciones ambientales más favorables, hubiera abandonado su tratamiento de base durante las semanas previas, se expone ahora a una exacerbación de sus síntomas, a veces grave. Si es tu caso, no esperes a que se produzca: si tienes prescrito un tratamiento antiinflamatorio de mantenimiento que nunca debiste abandonar, retomálo ya (ayer mejor que hoy, y hoy mejor que mañana), antes de que experimentes lo que se conoce como «el pico de asma de septiembre«.

El regreso de los niños al colegio puede representar nuevo contacto con alérgenos respiratorios diversos, y el hecho de que coman fuera de casa puede suponer una preocupación adicional para ellos mismos y sus padres cuando hay una alergia o una intolerancia alimentaria implicadas.

También el regreso al trabajo puede suponer la reaparición, en muchos casos, de síntomas respiratorios o cutáneos que habían desaparecido o disminuido significativamente durante el periodo vacacional. Si ese fuera tu caso, y no tienes un diagnóstico, consúltalo con tu médico, pues podría tratarse de una alergia ocupacional desencadenada por un alérgeno presente en el entorno de trabajo.

Hay quien habla, en un ejercicio de medicalización de situaciones normales de la vida que no compartiremos, de «depresión postvacacional». Lejos de compartir ese planteamiento, nosotros recordamos a nuestros pacientes alérgicos que los estados de ánimo, cuando son congruentes con las circunstancias externas, con frecuencia son reacciones normales que no han interpretarse como patológicas, y que si es cierto que en los días próximos pueden enfrentarse a riesgos nuevos o a más preocupaciones, mantenerse alerta y actuar de forma preventiva nos ayudará a evitar los problemas o a minimizar sus consecuencias.

 Os dejamos con Chet Baker y su «Canción de septiembre«:

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Angioedema hereditario

El llamado Angioedema Hereditario es una enfermedad hereditaria (como su propio nombre indica) debida a la deficiencia (o al mal funcionamiento) de una proteína llamada inhibidor de la esterasa C1 (con frecuencia llamada, de forma abreviada, C1-Inhibidor), la cual, en condiciones normales, juega un papel relevante en la regulación del sistema inmunitario. La enfermedad se transmite de padres a hijos con carácter autosómico dominante, lo cual implica que, si uno de los padres la tiene, su hijo (independientemente de que sea niño o niña) tendría un 50 % de probabilidades de heredarla.

Las manifestaciones del angioedema hereditario (que también se llama edema angioneurótico o angioedema familiar) consisten en la aparición de edemas (hinchazón, tumefacción, de la piel, las mucosas e incluso los órganos internos), debidos a que la adecuada circulación de la sangre o de la linfa se ve obstaculizada a nivel local, produciéndose extravasación (salida de líquido de los vasos sanguíneos o linfáticos).  Las zonas de aparición más frecuente de los edemas son la piel y mucosas de la cara (donde pueden desfigurar mucho al paciente), las extremidades y los genitales. Los edemas en la zona de las vías respiratorias superiores (laringe, nariz, lengua, glotis) son especialmente peligrosos, ya que, al obstruir el paso del aire, implican un riesgo de asfixia importante si el paciente no recibe a tiempo el tratamiento adecuado, poniendo en riesgo la vida.  Los factores desencadenantes de los episodios agudos pueden ser de muy diverso tipo, incluyendo infecciones, traumatismos, intervenciones quirúrgicas, estrés físico o psíquico, o incluso la toma de determinados fármacos.

La forma de presentación descrita (generalmente una hinchazón ostensible como respuesta a estímulos diversos, a veces identificables) hace que rememore una alergia, y a veces incluso se confunde con una de ellas. Eso, junto con el hecho de que su producción está, efectivamente, relacionada con una carencia (material o funcional) de proteínas implicadas en la regulación del sistema inmune, ha condicionado que, con frecuencia, los alergólogos son los profesionales que se hacen cargo de su diagnóstico y tratamiento: pero es importante tener presente que NO se trata de una alergia.

Puesto que la intensidad y frecuencia de los episodios es muy variable, se asume que existen muchos casos sin diagnosticar. Sabemos que afecta a una de cada 10.000 a 50.000 personas, pero se estima que casi la mitad de los casos existentes pueden estar sin diagnosticar.

Aunque hay muchos casos leves cuyo diagnóstico puede resultar difícil, la imprevisibilidad de su evolución hace que, en España, el mero hecho de estar diagnosticado de esta enfermedad puede condicionar el reconocimiento de un 33 % de discapacidad, lo cual implica el acceso a la consideración de discapacitado/a (lo que antes se llamaba “minusválido/a“) a efectos de poder beneficiarse de prestaciones sociales.

Existe una Asociación Española de Angioedema Familiar (AEAF), a cuya página web puedes acceder, si deseas conocer más sobre ella, simplemente pulsando la imagen de su logotipo que reproducimos a continuación:

logoAEDAF