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Inmunoterapia alergénica

El tratamiento de determinadas enfermedades alérgicas (como rinoconjuntivitis, asma bronquial, reacciones graves por picaduras de abejas y avispas y algunas alergias alimentarias) se basa, además de en la puesta en marcha de medidas dirigidas a impedir el contacto del sistema inmunitario del paciente con el agente causal o alérgeno, y del uso de los medicamentos apropiados a cada situación, en la posibilidad de utilizar vacunas de alérgenos o inmunoterapia específica con alérgenos: se trata de las popularmente conocidas como “vacunas de la alergia”.

Las vacunas para la alergia o inmunoterapia específica constituyen una forma de tratamiento para enfermedades alérgicas mediadas por IgE que tiene como objetivo disminuir la hipersensibilidad a las sustancias que las provocan. El procedimiento consiste, en lo básico, en administrar repetidamente los alérgenos al enfermo, hasta conseguir que sean tolerados. Durante la fase de inicio de la vacunación antialérgica, el paciente recibe dosis crecientes hasta alcanzar la dosis eficaz. Durante la fase de mantenimiento se repite la dosis eficaz a intervalos regulares.

Desde un punto de vista práctico, con la vacuna antialérgica se desarrolla una tolerancia a los alérgenos administrados, lo que se traduce en una disminución o desaparición de los síntomas que el paciente padece cuando se enfrenta a ellos de manera natural. La mejoría progresiva de los síntomas de la enfermedad conlleva una menor necesidad de los medicamentos indicados para su alivio o control (antihistamínicos, broncodilatadores o corticoides inhalados, etc.).

La inmunoterapia para el tratamiento de la alergia puede producir alivio o curación de los síntomas, de forma perdurable, después de terminar el tratamiento. En ésto se diferencia claramente de otros tratamientos farmacológicos empleados en las enfermedades alérgicas, cuyo efecto sólo está presente mientras el fármaco está presente en el organismo. No obstante, otra diferencia con los tratamientos sintomáticos es que, a diferencia de éstos, de la inmunoterapia no podemos esperar efectos inmediatos: aunque a veces la mejoría resulta muy evidente de forma precoz, lo previsible es que su efecto se vaya consolidando de forma progresiva, a lo largo de meses e incluso años. Por ese motivo, la inmunoterapia es un tratamiento de varios años de duración. Aunque, como hemos dicho, puede producir beneficios desde el principio, no debe suspenderse precozmente.

Por supuesto, durante el curso del tratamiento con la vacuna, ésta no resulta incompatible con la administración de otros tratamientos para la enfermedad alérgica que puedan ser necesarios, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado que la Inmunoterapia con alérgenos es el único tratamiento que puede modificar el curso natural de las enfermedades alérgicas.

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