Polinosis es un término que empleamos para referirnos a la alergia al polen: a cualquier polen.
El polen está constituido por las células masculinas del aparato reproductor de determinadas plantas. Son partículas microscópicas, muchas de ellas lo suficientemente pequeñas y livianas como para poder desplazarse por el aire. A través del aire, entran en contacto con el organismo de las personas alérgicas, y suelen producir síntomas predominantemente en aparato respiratorio, en forma de rinitis (con estornudos frecuentes, mucosidad acuosa, picor en la nariz) o asma bronquial (con tos o/y dificultad respiratoria, sensación de «pitidos» o silbidos en el pecho, …) y en los ojos (conjuntivitis alérgica, con picor en los ojos, enrojecimiento, lagrimeo, … ).
Cada especie de planta tiene un periodo de polinización (es decir, de expulsión del polen) que suele mantenerse aproximadamente constante de un año a otro, y que no siempre coincide con la primavera. Solemos relacionar la presentación de los síntomas de alergia al polen con la primavera porque precisamente las dos especies de plantas que con más frecuencia producen polinosis en nuestro entorno (el olivo y las gramíneas) suelen polinizar en torno a esta época. Sin embargo, otras plantas, capaces también de producir reacciones alérgicas, polinizan en diferentes épocas del año. Incluso hay algunas cuyo polen puede estar presente en la atmósfera prácticamente durante todo el año, si bien no siempre en la misma cantidad; en estos casos hablamos de alérgenos perennes, en contraposición a los pólenes que sólo pueden detectarse en el aire en determinadas estaciones, a los que nos referimos como alérgenos estacionales.