En nuestra entrada de ayer, presentamos el concepto de sensibilización, entendiéndolo como el fenómeno consistente en que el sistema inmunológico de una persona que previamente toleraba sin problemas una sustancia comienza a producir IgE contra la misma. Concluíamos que la sensibilización, así entendida, es un requisito previo para la aparición de una reacción alérgica mediada por IgE. Es decir, no puede existir una reacción alérgica mediada por IgE frente a un alérgeno sin que previamente se haya producido la sensibilización frente a ese alérgeno.
Sin embargo, a la inversa sí es posible: puede existir sensibilización frente a un alérgeno (es decir, puede haberse producido IgE frente a ese alérgeno, la cual, como vimos ayer, se fijará a la superficie de los mastocitos) sin que llegue a producirse un verdadero problema de alergia.
La alergia es un cuadro clínico, es decir, debe producir síntomas o signos clínicos. Si tales síntomas o signos no existen, no podemos decir que esa persona padezca alergia: aunque esté sensibilizada. Y ocurre que, a veces, por motivos no siempre bien conocidos, se constata sensibilización sin que exista una verdadera alergia.
Existen varios métodos para detectar la presencia de IgE en sangre frente a algún alérgeno (a esa IgE la llamamos IgE específica frente al alérgeno). Se trata de pruebas diagnósticas de tipo diverso (por ejemplo, las pruebas cutáneas mediante la técnica llamada de prick-test, o análisis de laboratorio que se efectúan sobre una muestra de sangre) que ponen de manifiesto la existencia de ese anticuerpo específicamente dirigido frente al alérgeno en cuestión. Pero tales pruebas sólo evidencian la existencia de sensibilización, y eso no necesariamente equivale a la existencia de alergia. Para diagnosticar la alergia, es fundamental la realización de una buena historia clínica, que permita detectar si el alérgeno frente al que se ha detectado la sensibilización puede producir los síntomas y signos que el enfermo refiere, o cuál de los múltiples (si fuera el caso) alérgenos frente a los que se ha detectado sensibilización puede ser el responsable de las manifestaciones clínicas.
La existencia de una sensibilización sin alergia no suele requerir tratamiento, y sólo cuando existe alergia el tratamiento puede ser necesario. Ese es el motivo por el que el alergólogo indagará sobre costumbres y estilo de vida, aspectos laborales, características de la vivienda, hábitos dietéticos, aficiones, convivencia o no con mascotas, … Porque, sin esa labor, que podríamos considerar detectivesca, las pruebas complementarias (por muchas que hagamos) no pueden garantizar un diagnóstico correcto.