Las citoquinas: qué son y para qué sirven

Las células del sistema inmunológico (como, por otra parte, el resto de células vivas de nuestro organismo) responden a estímulos. No de forma consciente, por supuesto (las células no tienen conciencia, ni siquiera de sí mismas), pero responden espontáneamente a estímulos diversos. Y algunos de esos estímulos proceden de otras células, semejantes o de diferente tipo.

En las últimas semanas nos hemos referido a las citoquinas en un par de ocasiones, y las hemos descrito como proteínas que sirven para llevar mensajes u órdenes entre las distintas células del sistema inmune, con un papel fundamental en la regulación de la función de las mismas. Son, en efecto, moléculas proteícas o glicoproteínas (en general, con bajo peso molecular, menores de 30 kDa), que ejercen un papel fundamental en la comunicación intercelular: mediante la secreción de citoquinas, las células que las producen pueden influir en el funcionamiento de otras células, estimulando su actividad o, por el contrario, inhibiéndola. La célula que recibe el mensaje, generalmente por interacción de la citoquina con receptores presentes en su membrana celular, reaccionará con una respuesta que es diferente dependiendo de la molécula en cuestión: puede inducirse o inhibirse el crecimiento o la proliferación celular, o la diferenciación celular, puede estimularse la liberación de otras sustancias como inmunoglobulinas, puede favorecerse la aproximación de estas células al foco donde se están produciendo las citoquinas (mediante un fenómeno llamado quimiotaxis), etc.

Citoquina

Las citoquinas (también llamadas citocinas) son producidas por diversos tipos celulares: fundamentalmente células del sistema inmunológico, pero no de forma exclusiva, pues también hay otras células que pueden producirlas. Fundamentalmente son los linfocitos y los macrófagos activados las células que las producen, pero también pueden ser producidas por leucocitos polimorfonucleares (como los neutrófilos), células endoteliales del interiores de los vasos, células epiteliales, células del tejido graso (adipositos) y células del tejido muscular (miocitos), entre otras. Como puede deducirse, entonces, no solamente influyen en la respuesta inmune, sino que juegan un papel importante en otras diversas funciones del organismo, como la proliferación de diversas células de la sangre. Dependiendo del tipo celular donde se produzcan reciben nombre diversos: linfocinas si proceden de los linfocitos; monocinas si proceden de los monocitos (precursores de los macrófagos); adipoquinas si proceden de los adipocitos; miocinas si proceden de las células musculares, … ; pero todas ellas son tipos de citoquinas.

Son múltiples las citoquinas que ya conocemos (desde que hace más de medio siglo Isaac y Lindermann descubrieran y describieran la actividad del interferón), y probablemente muchísimas más las que nos quedan por descubrir. Y su conocimiento no sólo nos permite aprender en sentido abstracto sobre el funcionamiento del sistema inmune, sino que actuar sobre ellas o mediante ellas abre vías de tratamiento para diversas enfermedades en las que dicho sistema está implicado.