Con motivo de la inminencia de las fiestas navideñas, la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) alerta a la población de que algunas costumbres de esta época pueden aumentar el riesgo de sufrir determinadas reacciones alérgicas.
Las situaciones ante las que los pacientes alérgicos deben extremar las precauciones en estas circunstancias ya fueron abordadas en este blog el año pasado, en concreta referencia a las alergias alimentarias («¿Aumentan las alergias alimentarias en Navidad?«) y a algunas alergias respiratorias («¿De dónde viene la tradición del árbol de Navidad? (Y… ¿Produce alergia?)«), pero siempre viene bien recordarlas, especialmente cuando se presentan de forma tan esquemática y precisa como en la nota de prensa que la SEAIC ha elaborado y divulgado.
Recordemos que los abetos y los árboles artificiales pueden acumular polvo y moho, por lo que pueden desencadenar o aumentar los síntomas en las personas alérgicas a los ácaros del polvo o a hongos. Es el fenómeno que recibe el nombre de «síndrome del árbol de Navidad«. Las esporas de hongos presentes en el árbol se diseminan fácilmente por la estancia, debido a que con frecuencia se sacuden o se golpean con intención de limpiarlos, especialmente si los niños juegan con el árbol o en sus proximidades. Eso facilita que los síntomas puedan aparecer o intensificarse después de que el árbol lleve unos días en la casa, lo que a veces dificulta que se considere al mismo entre las posibles causas.
Las comidas fuera de casa dificultan también el control de los posibles alérgenos alimentarios, especialmente cuando la comida es preparada o proporcionada por personas con quienes no interactuamos regularmente a lo largo del año y que, por tal motivo, quizás no tienen conocimiento adecuado de las alergias de los comensales, cuando éstas existen. No es ninguna broma, tampoco, el hecho de que la afluencia de numerosas personas, en un ambiente relajado, puede facilitar que se relaje la supervisión de los más pequeños, con el consecuente riesgo de que se lleven a la boca algo inconveniente.
En relación con lo anterior, la alteración de los horarios podría facilitar que, si la persona alérgica no es del todo consciente de la importancia de ser constante en su tratamiento, relajara un poco la correcta adminsitración del mismo, con el consiguiente riesgo de descompensación.
De todo ésto nos habla la mencionada nota de prensa de la SEAIC. Si quieres leerla en su totalidad, pulsa sobre la imagen: