«Todo lo que realmente necesito saber lo aprendí en el parvulario» es el nombre de un libro escrito por el autor norteamericano Robert Fulghum (publicado en español por Plaza & Janés en 1989), quien propone en él una serie de reflexiones sobre las cosas cotidianas. La idea en la que basa su título es la de que lo importante sobre cómo vivir y cómo relacionarse con los demás se aprende en las primeras etapas de la vida, a través de las experiencias que nos brinda el paso por la guardería o los primeros años de escolarización: la lealtad, el compromiso, la tolerancia a las frustraciones, el disfrute consciente de los placeres pequeños, …
Obviamente, la frase del título es una exageración intencionada, un recurso que el autor utiliza para llamar la atención de sus lectores sobre la relevancia de los primeros estadios de la infancia en el desarrollo de la personalidad y la forja del carácter como base para la felicidad futura. Y, sin duda, lo que se interioriza en esas y en las posteriores etapas de la infancia y la adolescencia, ya sea gracias a la docencia planificada o a la interacción con el grupo de iguales o con los adultos, va a condicionar en gran medida el crecimiento personal del individuo. Por eso, no es ninguna tontería intentar proporcionar conocimientos y propiciar actitudes que fomenten la promoción de la salud en sus múltiples facetas, tanto en esas edades como en las que vendrán después.
El pasado sábado, día 3 de enero, se ha publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE) el Real Decreto 1105/2014, por el que se establece el currículo básico de la Educación Secundaria Obligatoria y del Bachillerato. Se trata de un documento de 378 páginas en el que se concretan los contenidos de la docencia reglada, es decir, la materia a impartir, en estos periodos de enseñanza. En él, la asignatura de Biología, en Segundo de Bachillerato, incluye un Bloque dedicado a «La autodefensa de los organismos. La inmunología y sus aplicaciones«, que dedica atención expresa (no mucha, la verdad, cuantitativamente en el contexto del Bloque, pero sí, al menos, expresa) a las alergias, en el ámbito de las disfunciones del sistema inmunitario (véase la página 222 del BOE de ese día).
Nos habría gustado, claro está, encontrar los aspectos relacionados con la educación para la salud (en cualquiera de sus vertientes) entre las materias transversales que, según se establece, deberán impregnar toda la docencia a lo largo de los años que componen este periodo. No ha sido así, ni tampoco se aborda de forma expresa la alergia en el currículo de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO). Pero, al menos, los adolescentes que cursen el Bachillerato en España deberán conocer algunos conceptos sobre las alergias y sus consecuencias. Tamizados siempre, por supuesto, por el enfoque que, en uso de su libertad de cátedra, sus profesores quieran darle, pero, al menos, ellos recibirán una información que, previsiblemente, les ayudará a entender mejor una posible alergia propia o de personas cercanas (actual o futura), y, por tanto, a actuar frente a ella.
Como suele decirse, menos da una piedra.