Averroes y la inmunidad

Quienes se hayan asomado hoy al buscador de internet Google habrán apreciado que, en esta fecha 14 de abril de 2014,  incluye un homenaje al pensador del siglo XII Averroes, por tratarse del 888º aniversario de su nacimiento.

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Averroes es la latinización de una parte de su nombre árabe original: Ibn Rushd. Nacido en Córdoba en 1126, vivió 72 años durante los que hizo aportaciones relevantes a la filosofía, la medicina, las matemáticas y la astronomía, entre otros campos de conocimiento.

Aunque su fama como filósofo ha recibido siempre mayor consideración que sus aportaciones a la medicina, la realidad es que fue uno de los más grandes médicos de su tiempo. Conocedor de la obra de Aristóteles, de la que escribió algunos comentarios, a Averroes se le atribuye un papel importante en la configuración del método científico de conocimiento tal como lo concebimos en la actualidad. Puso énfasis en separar el pensamiento religioso del pensamiento científico y filosófico, y criticaba a los médicos que descuidaban investigar las causas internas o externas de las enfermedades por atribuir su origen a la divinidad, postura que consideraba una muestra de ignorancia; y, yendo un paso más allá, propuso que la medicina no podía basarse en especulación teórica, sino en una forma de aproximación a la realidad que se ajusta bastante a la que hoy día constituye el fundamento de la ciencia: «El procedimiento de la medicina no consiste en detenerse a especular sobre una posible enfermedad que pueda sobrevenir y esté testimoniada sólo por mera hipótesis, sino que tratará de confirmar todas las enfermedades mediante la percepción y la observación para después establecer sus causas».

Entre tales observaciones, él realizó (y plasmó por escrito) una de cuya importancia no podía ser consciente en aquella época: Averroes constató, y fue el primero en decir, que la viruela sólo atacaba una vez en la vida.

La viruela es una enfermedad infecciosa grave, contagiosa, producida por un virus, que se ha constituido en un hito en la historia de la medicina. Se trata de la primera enfermedad infecciosa humana que el ser humano ha podido, gracias a su propia intervención, erradicar de la naturaleza: en 1980 la Organización Mundial de la Salud la declaró oficialmente erradicada. Este éxito extraordinario de la ciencia pudo lograrse gracias a la colaboración de países de todo el mundo (lógicamente, se trató de un programa de ámbito internacional) y a dos características de la propia enfermedad, que permitieron que, con una vacunación masiva, el virus dejara de existir en la naturaleza:

1.- En primer lugar, se trataba de una enfermedad producida por un virus que, a diferencia de otros (como, por ejemplo, el de la gripe), no tenía más reservorios que el ser humano, es decir, no sobrevivía en otras especies.

2.- En segundo lugar, la inmunidad que se desarrollaba como consecuencia de la exposición a sus estructuras (ya fuera por contacto con el virus natural, en los enfermos que sobrevivían, o por contacto con la vacuna) era eficaz y permanecía de por vida.

Averroes ya constató el fenómeno de que los supervivientes de la enfermedad ya no volvían a padecerla, en una época en que no tenían noción del sistema inmunitario, ni siquiera de la existencia de los gérmenes, y más de 500 años antes de que Jenner fabricara la primera vacuna.

Todos nuestros siglos precedentes han visto pensadores brillantes que han contribuido de modo relevante a construir el conocimiento que hoy tenemos de nuestra realidad. Y, como dijo (según se le atribuye) Bernardo de Chartres, pensador casi contemporáneo de Averroes (vivió, también, en el siglo XII), gracias a la grandeza de tales pensadores nosotros «podemos ver más cosas y más lejanas que ellos, no por la agudeza de nuestra vista o por nuestra elevada estatura, sino porque estamos alzados sobre ellos y nos elevamos sobre su altura gigantesca»: como enanos sobre los hombros de gigantes.

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Estatua de Averroes en Córdoba, su ciudad natal.

Cuidado: Portar adrenalina no anula el riesgo

Dan Piraro es un humorista gráfico norteamericano cuya obra Pizarro se publica en múltiples diarios de Estados Unidos. Ocasionalmente, colabora con otro humorista, Wayno, que suele proporcionarle ideas para plasmarlas en forma de chistes.

Hoy queremos referirnos a una de esas colaboraciones, para proponer una reflexión importante sobre la anafilaxia y su tratamiento.

En 2011, Wayno, que había creado un personaje llamado Mr. Peanut (Sr. Cacahuete), un cacahuete con aspecto antropomórfico,  dibujó a éste sentado junto a una mesa pequeña, en aparente conversación con una chica: ella le cogía la mano, y él tenía aspecto compungido.

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Wayno contó más tarde que no se le ocurría ninguna conversación que le resultara plenamente satisfactoria, de modo que decidió pedir participación a sus lectores, y les presentó el boceto como una especie de concurso: la idea más divertida sería la que se incluyera en el trabajo final.

Unos cuantos días después, había elegido una propuesta en la que la chica parecía querer romper la relación entre ambos con la siguiente frase: «No eres tú, son mis alergias» (ciertamente, una solución ingeniosa).

Piraro, no obstante, después de hacer una búsqueda en internet sobre la alergia a frutos secos, propuso a Wayno incluir alguna mención a la adrenalina en el chiste. Tras meditar esa propuesta, el resultado final se convirtió en la entrega de Bizarro correspondiente al 18 de marzo de 2011. En ella, la chica le decía al desconcertado Sr. Cacahuete: «No nos estamos separando para siempre. Sólo hasta que yo consiga recargar mi adrenalina».

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Sin ánimo, por supuesto, de cuestionar el contenido del chiste, que no parece tener otra intención que la de provocar una sonrisa en el lector (lo cual no es poco), queremos aprovechar la circunstancia para ofrecer dos pinceladas sobre los dispositivos para autoinyección de adrenalina (o epinefrina: se trata del mismo fármaco), tan valiosos en casos de anafilaxia y a los que ya nos hemos referido en alguna entrada anterior de este blog.

En España existen varios dispositivos con adrenalina precargada (es decir, ya cargada, cargada de forma previa y lista para su inyección) disponibles, que se prescriben (siempre por un médico) a personas con un riesgo relevante de padecer una anafilaxia, para que lleven el fármaco consigo y se lo autoadministren en caso de notar el inicio de los síntomas de anafilaxia. La adrenalina, en la dosis que llevan esos dispositivos (existen para niños y para adultos), representa un remedio contra la anafilaxia que debe ser utilizado de urgencia para impedir la progresión de los síntomas o incluso revertirlos, pero que no sustituye a la necesidad de asistencia médica: aunque puede salvar la vida del enfermo, sus efectos son temporales, y, una vez que pasan, los síntomas pueden reaparecer. Por ello, la llamada a los servicios de urgencia o el traslado al hospital (lo que, en cada caso, resulte más rápido) no debe demorarse por el hecho de utilizar la adrenalina, y no debe esperarse a la reaparición de los síntomas , pues el riesgo es demasiado alto.

Pues bien, en contra de lo que sugiere el chiste que hemos analizado, estos dispositivos no son recargables: son de un solo uso, y no pueden reaprovecharse. Incluso es habitual que, una vez utilizados, quede algún remanente del fármaco en la jeringa, que ya deberá desecharse.

Pero la reflexión realmente relevante que queremos proponer a nuestros lectores es la siguiente: el hecho de portar adrenalina no anula por completo el riesgo. En caso de presentarse una anafilaxia, la adrenalina permite ganar tiempo y, como decíamos arriba, puede salvar la vida del enfermo mientras se consigue la asistencia médica, pero su disponibilidad nunca debe proporcionar sensación de invulnerabilidad: el riesgo sigue existiendo, y sigue siendo grave. La adrenalina no sustituye a la conducta de evitación del alérgeno: jugará un papel esencial si se produce un contacto inadvertido o inevitable con el alérgeno, pero no por tenerla debe, nunca, bajarse la guardia,

Por ello, aunque se le parta el corazón, la chica del chiste, que se sabe alérgica, deberá seguir evitando el contacto con el cacahuete. Lleve o no lleve adrenalina.