¿Cómo puedo conocer los niveles de polen en la atmósfera?

Aerobiología es el nombre con el que designamos a la ciencia que estudia los organismos y partículas biológicas presentes en el aire, tanto en exteriores como en interiores. Se encarga del conocimiento no sólo de los organismos vivos transportados por el aire, sino también de todas aquellas partículas y contaminantes presentes en la atmósfera de origen biológico o con actividad biológica, y se interesa por su distribución, su dispersión y su impacto sobre los animales y vegetales.

Una de las principales aplicaciones de la Aerobiología es, precisamente, el conocimiento de los pólenes (y también de las esporas de hongos) que, presentes en la atmósfera, pueden ocasionar problemas de alergia al ser humano.

Como puede deducirse, la Aerobiología es una ciencia multidisciplinar en la cual se implican otras disciplinas científicas como la botánica, la climatología, la medicina (y en especial la alergología), y muchas otras, de las cuales se nutre y al mismo tiempo enriquece.

En España, existen múltiples estaciones aerobiológicas que analizan periódicamente los niveles de pólenes de su entorno, y ponen la información a disposición de los científicos y del público en general.

Entre los recursos más conocidos para esta finalidad está la página web del Comité de Aerobiología de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica, que incluye datos de las distintas provincias españolas:

http://www.polenes.com/

Lamentablemente, la información sobre la provincia de Málaga no siempre consta o no siempre está actualizada en dicha página. Por ello, para conocer los niveles de polen en nuestro entorno, recomendamos la  página web del Departamento de Biología Vegetal de la Universidad de Málaga, cuyo laboratorio de Aerobiología colabora con la llamada Red Andaluza de Aerobiología:

http://webdeptos.uma.es/biolveg/02Aer/00HAer/01Aer.html

Red Andaluza de Aerobiologia

Independientemente de todo lo anterior, si eres paciente de Alergia y Asma Andalucía podemos proporcionarte información periódica actualizada sobre los niveles ambientales del polen o pólenes causantes de tu alergia.

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Tiempo de procesiones… tiempo de procesionarias

La celebración de la festividad de la Semana Santa se hace coincidir, cada año, con la primera luna llena de primavera. Ese es la explicación por la cual su fecha no es constante todos los años, y esa es la causa de que generalmente se ubique en una franja temporal que abarca la última semana de marzo y las tres primeras semanas de abril.

Precisamente por ese motivo, es frecuente que coincida con la fecha en que las procesionarias salen de sus «nidos».

La oruga procesionaria del pino (cuyo nombre científico es «Thaumetopoea pityocampa«) es una especie de lepidóptero (es decir, es una mariposa, aunque en esta entrada nos referimos a su fase vital como gusano, que es la que puede producir problemas al ser humano) que abunda (hasta el punto de considerarse una auténtica plaga) en los bosques de pinos de Europa del Sur (por ejemplo, España) y de Europa central (también puede encontrarse en otros árboles, como los abetos y los cedros, pero en ellos es menos frecuente, siendo característica su preferencia por los pinos, como su propio nombre indica).

Durante los meses de invierno, es típico encontrar en las ramas de los pinos una especie de bolsones de seda, perfectamente ostensibles, como los de las fotografías que acompañan a estos párrafos, que no son sino refugios colectivos de estos animales.

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Tras alimentarse durante unas semanas de las hojas del árbol (las cuales, por su forma, reciben el nombre de acículas), en torno al inicio de la primavera las orugas descienden al suelo desde los árboles, en una característica formación en fila india, buscando cada una de ellas el contacto con la que inmediatamente la precede: de esta formación tan curiosa, como si fueran en procesión, es de la que deriva su nombre de «procesionarias«.  Finalmente se entierran en el suelo, donde pasan a la fase de crisálida, y de las crisálidas eclosionarán las mariposas en verano.

Las orugas procesionarias están cubiertas de pelos urticantes que se desprenden y flotan en el aire, pudiendo llegar de esta forma a contactar con la piel o las mucosas (la conjuntiva ocular, los labios) de personas o animales. El adjetivo urticante hace referencia a su capacidad de producir urticaria: en efecto, los pelos de estas orugas contienen una toxina, denominada Thaumatopina, que tiene un efecto poderosamente irritante debido a su capacidad histaminoliberadora; es decir, hace que en el organismo de la víctima se libere histamina, que es precisamente una de las moléculas que se liberan en las reacciones alérgicas, facilitando la aparición de inflamación.

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El efecto mencionado puede aparecer en cualquier persona expuesta, sin necesidad de que exista una sensibilidad especial, pues se trata de un efecto tóxico que no está mediado por mecanismo inmunológico (aún cuando el resultado sea muy similar al de una alergia). Independientemente de lo cual, y aunque es menos frecuente, algunas personas pueden padecer también una auténtica alergia frente a alguno de los componentes de los pelos descritos, originándose entonces una reacción más intensa que puede revestir gran intensidad, incluso derivar en una anafilaxia.

Si se produce una reacción tóxica, que, salvo en casos de exposición masiva, suelen ser molestas pero no revestir especial gravedad, lo primero que hay que hacer es lavar abundantemente la zona, sin frotar, con agua fría (lo ideal sería agua salada o suero fisiológico, pero, en caso de no disponibilidad inmediata, es preferible utilizar agua corriente en lugar de demorar la actuación). Dependiendo de la gravedad del cuadro, después de eso pueden utilizarse medicamentos de los que habitualmente se usan para aliviar los síntomas de algunas alergias (antihistamínicos por boca o una pomada de corticoides), siempre bajo prescripción facultativa.

Y, como siempre en materia de alergia, debe imperar el sentido común, y la primera medida, si resulta posible, es la evitación. Si vemos las bolsas colgando de las ramas, podemos asumir que tarde o temprano veremos por allí orugas reptando: evitemos, entonces, en nuestros paseos por los bosques o parques, la zona, y seamos cuidadosos, por supuesto, con los lugares donde juegan los niños y las mascotas.

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