¿Tienes alergia?: solicita y conserva tu informe médico.

Si tienes una alergia que ha sido adecuadamente estudiada y, como enfermedad crónica que es, está en seguimiento médico (a cargo de tu médico de atención primaria, de tu alergólogo, o incluso de otro especialista), cabe asumir que tienes en tu poder un informe médico en el que constan las circunstancias que han llevado a sospechar la enfermedad (síntomas o signos, evolución clínica, …), las pruebas que se han hecho para confirmarla o descartarla, el diagnóstico y el tratamiento prescrito.

Si no lo tienes, te aconsejamos que lo pidas a tu médico.

Aunque nuestra normativa de aplicación (la conocida como Ley de Autonomía del Paciente, de la que ya hemos hablado previamente en este blog) establece que el paciente tiene derecho a acceder a la documentación contenida en su historia clínica y a obtener copia de los datos que figuran en ella, no dice que en todo caso exista obligación por parte del médico de elaborar un informe clínico que condense de forma ordenada esa información (a excepción del llamado informe de alta, que se entregará una vez finalizado el proceso asistencial, aunque en una enfermedad crónica como la alergia o el asma puede ser difícil determinar un momento en que el proceso asistencial pueda considerarse concluido). No obstante, siendo comprensivos con la escasa disponibilidad de tiempo que tienen los profesionales asistenciales y asumiendo que probablemente nuestro médico no podrá (ni es necesario) atender nuestra solicitud de forma inmediata, y que casi con certeza tendrá que emplazarnos a otro momento en que su carga de trabajo le permita redactarlo, es previsible que no tenga inconveniente en proporcionarnos dicho informe, pues si alguna vez, en cualquier circunstancia, tenemos que comunicar nuestro padecimiento a otro profesional sanitario, la información redactada meticulosamente por el facultativo (con ese objetivo, al fin y al cabo) será más completa y precisa que la que nosotros podamos transmitir verbalmente.

Una vez que tengamos el informe, es importante conservarlo: incluso si debes entregarlo a cualquier persona o institución (a cualquier otro especialista, o en la inspección médica, etc.), entrega siempre fotocopias y nunca te desprendas del original. Lleva contigo el original, eso sí, para que las fotocopias puedan ser cotejadas (algo especialmente importante cuando hay implicaciones diferentes de la propia asistencia sanitaria, como podría ser el caso del control de una baja laboral o la solicitud de una incapacidad permanente), pero ofrece siempre las fotocopias y manifiesta tu interés en conservar tu original. Y si te vieras en la obligación de desprenderte de él, o lo perdieras, intenta conseguir otro cuando tengas oportunidad.

Porque, alguna vez, tu salud puede depender de que lo tengas.

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Los lupinos son altramuces… y claro que pueden producir alergia.

La Food and Drug Administration (generalmente referida por sus siglas FDA) es la agencia estadounidense que regula los medicamentos de uso humano (e incluso veterinario), los productos sanitarios, cosméticos, aditivos alimentarios e incluso gran parte de los alimentos (salvo la mayoría de productos de carne y aves de corral, que son reglamentados por el Departamento de Agricultura de los EE.UU.). Entre sus funciones está proporcionar a la población la información necesaria, exacta, con base científica, que le permita utilizar medicamentos y alimentos para mejorar su salud.

Recientemente, la FDA ha alertado de la posibilidad de reacciones alérgicas a los lupinos, una legumbre que pertenece a la misma familia que los cacahuetes. Es posible que nuestro lector no esté familiarizado con ese nombre, pues, a pesar de estar reconocido por la Real Academia Española, no es de uso muy frecuente (nos referimos al nombre, no a la legumbre) en nuestro medio. También se les conoce como lupinos blancos, chochos, chochitos, chorchos o entremozos. Incluso hay quien los llama almortas (erróneamente, pues ese es el nombre de otra especie, si bien cercana: Lathyrus sativus).

Nos referimos a los altramuces (Lupinus albus L.); puedes verlos en esta fotografía de Wikipedia, que presenta un grupo de altramuces preparados para su consumo:

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Hace años, era frecuente ver puestos callejeros que los vendían en cartuchitos, para comerlos mientras paseabas, en las ferias o mientras veías la película en los cines de verano. Los mantenían en hielo para que estuvieran fresquitos, y solían tener la superficie húmeda. A los niños nos llamaba la atención lo fácilmente que podía retirarse, en una sola pieza, la gruesa piel que los recubría, para comerla, si así se prefería, de forma separada.

Aunque hoy es menos frecuente verlos en la calle para su consumo en entornos de ocio, en Europa hay, en general, una mayor tradición de consumo de altramuces (y de productos derivados, como la harina) que en Estados Unidos, donde se está introduciendo de forma más reciente. Y donde, ahora, la FDA advierte del riesgo de reacciones alérgicas con este producto o sus derivados, algo que en europa no nos resulta tan novedoso. La FDA intenta inculcar a la población la idea (en contra de la creencia general en la población norteamericana, según dice) de que el consumo de este producto no es absolutamente seguro, pues alguna de esas reacciones alérgicas podrían ser graves (se han descrito casos de anafilaxia).

La harina de altramuces es apreciada, entre otras, para la elaboración de productos libres de gluten, pero parece que personas con antecedente de alergia a otras leguminosas, y a cacahuete (que es, al fin y al cabo, una leguminosa, aunque en España frecuentemente lo incluimos entre los frutos secos), podrían tener un mayor riesgo de alergia a este producto.

Si quieres leer el aviso elaborado por la FDA (en español, pues la página web de la FDA tiene versión en nuestro idioma), pulsa la imagen:

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