El Ayuntamiento de Barcelona ha hecho público el informe «La salud en Barcelona 2015«, en el que se plasma el resultado de un estudio elaborado por la propia institución. En dicho informe se analizan aspectos muy diversos sobre indicadores de salud y prevalencia de diversas enfermedades.
Uno de los aspectos destacables en relación directa con la materia objeto de interés de este blog es que la contaminación ambiental ha aumentado, condicionando un franco empeoramiento de la calidad del aire de la ciudad. Entre 2014 y 2015 se registró un aumento del 11% del dióxido de nitrógeno (NO2), lo cual supone que se ha superado el límite de NO2 permitido por la normativa reguladora. También se ha constatado un aumento de un 13% de las partículas en suspensión de diez micras de tamaño, y de un 16% de las partículas finas (de 2,5 micras). Estos aumentos, especialmente el de NO2, se han vinculado a actividades industriales o portuarias, pero sobre todo al uso del transporte privado.
Conociendo estos datos, y ante el impacto sobre la salud que la contaminación tiene, el Ayuntamiento ha manifestado su voluntad de adoptar medidas para reducir la circulación: medidas que intentarán reducir la circulación, hacerla menos contaminante y hacer más fluido el tráfico por determinadas calles. Entre las propuestas cuya viabilidad se está estudiando, se incluyen potenciar los transportes públicos y fomentar el empleo de bicicletas. Pero a nadie se escapa que, tal vez, en un futuro no lejano, deban considerarse también medidas restrictivas del tráfico privado como las que ya se están mostrando necesarias en Madrid y en tantas otras grandes ciudades de todo el mundo.
Panorámica de Barcelona, vista desde el monte Tibidabo (Fotografía de Oliver Bonjoch)