El Alérgeno del Mes: El Argán como posible alérgeno ocupacional

Es un hecho indiscutible que la prevalencia de las alergias en general está aumentando de forma notoria. Las hipótesis que se esgrimen para explicar este aumento son diversas, y no excluyentes entre sí. Entre las teorías más aceptadas está la que defiende que, puesto que en la sociedad industrial el ser humano entra en contacto directo con un número cada vez mayor de alérgenos (procedentes de las fuentes más diversas, y procesados por intervención del ser humano de formas variadas), la probabilidad de que nuestro sistema inmunológico reaccione de forma anómala contra algunos de ellos también aumenta.

El argán es una planta que crece de forma endémica en zonas semi-desérticas del sudoeste de Marruecos y de Argelia. Su nombre científico es Argania espinosa, única especie del género Argania. Se trata de un árbol que puede crecer hasta los 8 o 10 metros de altura, y es espinoso con el tronco rugoso. Su fruto mide unos 2-4 cm de longitud, y contiene 2 o 3 semillas que son ricas en aceite. La superficie de los bosques de argán ha disminuido mucho en los últimos años, debido a su utilización como combustible, al aprovechamiento de los terrenos para otros cultivos y al pastoreo (las cabras se comen sus hojas, incluso subiendo a sus ramas más altas, como se ve en la fotografía adjunta, de Marco Arcangeli). En 1998, la Unesco declaró Reserva de la Biosfera la zona al suroeste de Marruecos donde crece esta planta.

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En las últimas décadas, su aceite se produce y exporta para su empleo en la industria cosmética. También se utiliza en la alimentación, pero esta utilidad tiene más carácter local: su exportación está más vinculada a su utilidad cosmética, pues se le atribuye un papel facilitador en la regeneración y renovación celular. Tradicionalmente, en Marruecos ya se utilizaba para hidratar y cuidar la piel y el cabello, y en la actualidad forma parte de la composición de productos como jabones, lociones, cremas, etc., que se emplean en diversos países.

Recientemente, este mismo mes de noviembre, la revista Allergy (European Journal of Allergy and Clinical Immunology)  ha publicado un artículo cuyos autores, partiendo de la idea de que el uso extendido del argán y sus derivados podría tener como consecuencia la sensibilización de algunas personas frente al mismo, se plantearon investigar si los trabajadores de una fábrica cosmética expuestos a polvo de argán en su trabajo presentaban alergia al mismo. Estudiaron a todos los trabajadores de forma individual, haciéndoles pruebas de diverso tipo dependiendo de sus síntomas, entre las que estaban pruebas cutáneas, búsqueda de anticuerpos IgE en sangre y prueba de provocación nasal con polvo de argán. Encontraron tres casos de asma ocupacional por sensibilización al polvo de argán, lo cual representaba exactamente la tercera parte del total de nueve trabajadores expuestos. Pudieron identificar 15 proteínas diferentes en el argán frente a las cuales reaccionaban los anticuerpos IgE de los pacientes sensibilizados, y encontraron en laboratorio que algunos de estos anticuerpos podían reaccionar también frente a alérgenos de la nuez de nogal.

Como conclusión de su trabajo, afirman que la exposición de alto nivel al polvo de argán debería considerarse como una causa potencial de alergia mediada por IgE frente a este producto, y que los trabajadores que manejan polvo de argán deberían ser estudiados desde este punto de vista.

En realidad, como hemos afirmado en ocasiones anteriores en este blog, el hecho de que hayan encontrado casos de alergia entre estos trabajadores no necesariamente implica que la causa sea la exposición al polvo de argán (no existen elementos sólidos en el estudio que puedan llevarnos a deducir de forma indubitada una relación de causalidad), pero la hipótesis es plausible, y su conclusión, por tanto, es razonable. De ser así, se trata, como ellos afirman en el título del artículo, de la primera evidencia descrita de la existencia de asma ocupacional en una fábrica de cosméticos por polvo de argán, una sustancia cuyo uso está cada vez más extendido y que, por tanto, debería merecer consideración en los protocolos de evaluación de la salud de estos trabajadores.