De la tos en los tiempos de cólera (o La alergia como arma arrojadiza)

Cuando quedan un par de meses para las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América, los aspirantes a la Casa Blanca Hillary Clinton y Donald Trump (candidatos del Partido Demócrata y del Partido Republicano, respectivamente) son conscientes de que cada voto cuenta, y siguen volcándose en una campaña que les exige a ambos echar toda la carne en el asador.

Ayer martes ocurrió una anécdota que nos ha llevado a hacer un juego de palabras con el título de una de las más conocidas novelas de García Márquez, para encabezar esta entrada:

Un inesperado ataque de tos que se prolongó durante casi dos minutos puso en apuros a la candidata demócrata Hillary Clinton en medio de un acto celebrado en Cleveland (Ohio). Para superar el incómodo momento, que le obligó a suspender su discurso hasta que mejoró, ella aprovechó para bromear sobre su rival republicano: «Cada vez que pienso en Trump me da alergia» («Every time I think about Trump I get allergic»), ocurrencia que fue muy celebrada por quienes le acompañaban en el escenario.

No obstante, de forma inmediata, la prolongada tos de Clinton proporcionó un nuevo argumento a los colaboradores de Trump, que han cuestionado en público varias veces la salud de la demócrata. La jefa de campaña del candidato republicano, Kellyanne Conway, señaló que la tos de Clinton no se debía a una “reacción alérgica” a Trump, sino a la “alergia” de la demócrata a los medios de comunicación: “Debe de ser alérgica a los medios. Finalmente ha pasado un minuto con ellos.»

La alergia, en fin, como arma arrojadiza entre ambos equipos. La tos que incapacita transitoriamente (al menos, para hablar), utilizada (por uno, y por otro) para desacreditar al rival (para presentar al rival como digno de rechazo, en un caso, o para apostar de nuevo por la constitución enfermiza de la rival, en el otro caso).

Decir a nuestros lectores que no necesariamente una tos de esas características es de origen alérgico resulta innecesario, por ser algo sabido. Decir que, de haberlo sido, la crisis no se desencadena simplemente por pensar en lo que la causa es también del todo innecesario.  Pero la anécdota nos permite constatar cómo la opinión pública asocia automáticamente una crisis de tos intensa y prolongada como ésta con un problema de tipo alérgico (fue Clinton quien lo trajo a colación, de acuerdo, pero probablemente su rápida ocurrencia no es más que un reflejo de lo que cualquiera podría haber pensado en esas circunstancias). Aunque, obviamente, de tratarse de un problema alérgico, no sería divertido: porque, en tal caso, la intensidad de la reacción no sería previsible. Y podría terminar resultando grave.