Sabemos que el tabaco tiene capacidad mutagénica, es decir, es capaz de producir alteraciones en el material genético de la persona que fuma: algunos de sus efectos más temidos, concretamente su capacidad para producir diversos tipos de cáncer, se relacionan, precisamente, con la producción de mutaciones en el ADN de las células del fumador.
Sabemos también que el consumo de tabaco por parte de la madre durante el embarazo influye negativamente sobre el desarrollo de su hijo. Entre otras cosas, sabemos que el tabaquismo de la madre (incluso el pasivo, es decir, incluso cuando quien fuma es otra persona y ella sólo respira los productos exhalados por esa otra persona con el humo del tabaco) influye negativamente en la maduración del aparato respiratorio, y se relaciona con una mayor predisposición a infecciones respiratorias y una mayor probabilidad de asma.
Respecto al varón, sabemos que el tabaco, como otras drogas, puede alterar las características del semen, haciéndolo de menor calidad para conseguir un embarazo. No tenemos, sin embargo, mucha información sobre la posible influencia, si es que existe alguna, de la historia de tabaquismo del varón antes de la concepción sobre la salud de la descendencia: si existiera esa influencia, por pequeña que sea, ello podría interpretarse como una prueba de que la acción mutagénica del tabaco puede afectar a los espermatozoides.
Desde hace algún tiempo, un equipo de investigadores de la Universidad de Bergen (Noruega), liderados por Cecilie Svanes, está trabajando para conocer la influencia transgeneracional de factores medioambientales y estilos de vida sobre el desarrollo de asma y otras enfermedades alérgicas: es decir, investigan si tales factores favorecen el desarrollo de enfermedades en la descendencia de quienes han experimentado directamente su influencia.
Y una de las preguntas que se han formulado es si la historia de tabaquismo en el varón antes de la concepción tiene influencia en la probabilidad de desarrollo de asma por parte de sus hijos.
En el ámbito de la investigación científica, cuando los investigadores ya tienen resultados y conclusiones preliminares, no es raro presentarlos en algún congreso o reunión científica, a modo de avance, para posteriormente redactarlo con un mayor grado de detalle y publicarlo en un formato más amplio. La semana pasada, en el Congreso Internacional de la Sociedad Respiratoria Europea (ERS, por sus siglas en inglés), celebrado en Munich (Alemania), Svanes y sus colaboradores presentaron los resultados preliminares de un trabajo en el que han analizado el hábito tabáquico de más de 13.000 personas (hombres y mujeres) y la salud de sus hijos. Y esos resultados son, en cierto sentido, desconcertantes.
En primer lugar, encuentran que los bebés cuyos padres (en masculino) fumaron antes de la concepción, tienen más riesgo de sufrir asma. Y esa relación era más evidente cuando el padre había empezado a fumar antes de los 15 años de edad; y también era más evidente cuanto más tiempo había estado fumando. Específicamente, si un varón había fumado durante más de 10 años antes de la concepción, el riesgo de que su hijo tuviera asma se incrementaría en un 50 %.
Lo primero que uno piensa es que, probablemente, muchos de esos padres que fumaban antes del embarazo podrían haber seguido haciéndolo durante el mismo, y que entonces lo que podríamos estar constatando sería la influencia sobre el hijo del tabaquismo pasivo de la madre (esto sería lo que se llama una relación espuria, un concepto del que hablaremos en futuras entradas y que puede inducir a conclusiones erróneas al valorar los resultados de un estudio científico). Pero Svanes y su equipo no son precisamente novatos. Han pensado en ello, y han valorado si el padre continuaba fumando durante la gestación, o había abandonado previamente el hábito: encontraron que, aún cuando el padre hubiese dejado de fumar hasta 5 años antes del embarazo, los hijos seguían teniendo un riesgo mucho mayor de asma que los hijos de padres que nunca habían fumado (¡casi el triple, en algunos casos!).
Tenemos que insistir en que se trata de resultados preliminares, que el trabajo completo aún no está publicado y que, por tanto, estas afirmaciones se basan en lo que la prensa (la prensa especializada y la prensa generalista) nos ha transmitido. Tendremos que esperar a poder leer el artículo completo para analizar sus resultados y sus conclusiones.
Pero, de momento, lo que podemos decir es que ya tienen toda nuestra atención.
Estaremos pendientes.