La rueda de prensa ofrecida ayer por la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) no sólo versó, en esta ocasión, sobre las previsiones de polinización para los próximos meses, sino que prestó también atención expresa a la relación, conocida y comprobada, entre la contaminación ambiental y la prevalencia de alergias: un tema del todo pertinente, de cuya exposición derivaron recomendaciones importantes.
Hace años, la alergia a pólenes era una enfermedad mucho menos frecuente. Ahora, sin embargo, según algunos estudios puede afectar hasta al 40 % de la población y, curiosamente, a pesar de que hay más pólenes (más cantidad y más variedad) en las zonas rurales, los que más frecuentemente se hacen alérgicos son los habitantes de las ciudades, donde se mezclan pólenes y contaminación.
Al menos en parte, ese fenómeno puede estar relacionado con el efecto de la contaminación sobre las propias plantas: éstas reaccionan de manera defensiva fabricando nuevas proteínas, denominadas proteínas de estrés, que tienen un efecto directo sobre la alergenicidad del polen, aumentándola. Estas proteínas de estrés, también llamadas proteínas de defensa, se expresan en las plantas ante situaciones de estrés diverso, como sequías, bajas temperaturas, infecciones por bacterias, virus u hongos, y la contaminación. Un estudio llevado a cabo en Toledo sobre el polen de ciprés muestra un ejemplo perfecto de ésto: se analizó el polen de ciprés recogido, por un lado, de una carretera con tráfico en una zona industrial y, por otro, de cipreses plantados en una zona residencial con mucha menos contaminación, y se descubrieron cantidades elevadas de un nuevo alérgeno del ciprés (Cup a 3), que sólo aparecía en los pólenes de la zona contaminada y que además era cinco veces más alergénico.
Por otra parte, el efecto directo de las partículas contaminantes sobre el aparato respiratorio del ser humano también puede tener consecuencias en el aumento de la sensibilización frente a un alérgeno. Y también sabemos que la contaminación puede descompensar a pacientes con asma. Otro estudio reciente comparó los factores que favorecían el asma por el polen en dos poblaciones españolas cercanas pero con distinto nivel de contaminación: Puertollano (con alto nivel de contaminación por tratarse de un núcleo industrial) y Ciudad Real (con menor nivel de contaminación por tratarse de una ciudad predominantemente de servicios); este estudio constató que, en Puertollano, la contaminación era el principal factor asociado. Los pacientes con asma polínico se descompensaban hasta tres veces más, y de un modo más rápido, en Puertollano, existiendo incluso una relación entre el número de descompensaciones y la composición comprobada del aire.
Con base en tales hallazgos, los portavoces de la SEAIC, además de recomendar expresamente que autoridades, profesionales de la salud, enfermos y población general se conciencien para adoptar medidas de prevención y controles para la reducción de la emisión de contaminantes, aboga por lo que, en alguna ocasión, en este blog, hemos llamado «jardinería hipoalergénica» en las zonas verdes de la ciudad. En la actualidad, plátanos de sombra y cipreses son especies que se utilizan frecuentemente en los parques y jardines de nuestras ciudades. Esta predilección por el empleo de árboles como el plátano de sombra en las zonas verdes de grandes ciudades, donde la contaminación ambiental es más elevada, es una de las razones para explicar el aumento de las alergias por pólenes en los entornos urbanos. El porcentaje de alérgicos al plátano de sombra entre las personas con alergia al polen en Madrid en los años 80 era de un 2%, mientras que en el momento actual supone un 40% de los polínicos. De un modo igualmente alarmante están aumentando los alérgicos a polen de cupresáceas.
Junto a la contaminación, entonces, la plantación de especies alergénicas puede contribuir al aumento de la alergia al polen en las ciudades. El mensaje de la SEAIC a este respecto es muy claro:
«Los responsables de parques y jardines en los Ayuntamientos deberían tener en cuenta estas cosas y diseñar los espacios verdes con menor impacto sobre las alergias y bajo la supervisión de los alergólogos. Los pólenes de plantas silvestres como las gramíneas no pueden ser controlados, pero sí los de especies plantadas como el plátano de sombra o los cipreses. Los ayuntamientos deberían evitar la plantación en las ciudades de especies que han demostrado ser muy alergénicas, como ocurre con los plátanos de sombra, cipreses, olivos, abedules y palmeras. En su lugar deberían utilizarse especies poco alergénicas como el almez (Celtis) o el falso pimentero (Schinus). A la vez se deben realizar podas controladas en el invierno, previa a la floración sobre aquellos árboles que ya estén
plantados, como los plátanos, lo que disminuiría la producción de flores por no existir
ramillas terminales y como consecuencia los niveles de pólenes.»