Las llamadas pruebas cutáneas en prick test (el tipo de pruebas más empleadas para llegar al diagnóstico de alergia mediada por IgE) se basan en introducir en la piel una cantidad ínfima de una serie de sustancias, con objeto de identificar si alguna de ellas puede desencadenar una reacción alérgica en el paciente.
El procedimiento consiste en colocar sobre la piel una sustancia en solución (líquida) y perforar a través de ella, con una lanceta, la capa mas superficial de la piel (la capa córnea, que es impermeable) para permitir que la sustancia en cuestión entre en contacto con capas de la piel que quedan por debajo, y ver si por ese procedimiento se desencadena una reacción inflamatoria (de carácter alérgico) en esa zona, que se manifiesta con una roncha (un habón).
Hay ocasiones, no obstante, en que la piel reacciona mal, o reacciona escasamente. Ocurre, por ejemplo, en personas muy ancianas, o en niños muy pequeños, o en personas que están tomando (aunque quizás incluso, ni lo recuerden) determinados fármacos, como los antihistamínicos. Es estos casos, las pruebas no serían valorables, pues podría no presentarse la reacción inflamatoria (la roncha) a pesar de que sí existiera alergia. Para saber si estamos ante uno de esos casos, entre las múltiples sustancias que probamos, siempre se coloca una solución de histamina (en concentración de 10 mg/ml), que debería producir reacción, en condiciones normales, a cualquier persona (pues, como sabemos, la histamina es una de las moléculas que intervienen en las reacciones alérgicas): es lo que llamamos un control positivo. El control positivo, es decir, la histamina (que siempre se pone) debe dar positivo, pues, si no es así, podemos asumir que las pruebas que hemos hecho no son válidas.
Por el contrario, hay también ocasiones en que la piel es tan sensible que el simple pinchazo con la lanceta, o cualquier presión mecánica, podría dar lugar a la aparición de un habón. Para descartar que este sea el caso de nuestro paciente, colocamos también una solución salina (un control negativo, que no debería producir reacción inflamatoria a nadie en absoluto).
Para poder asumir que las pruebas que hemos hecho son fiables, el control positivo (es decir, la histamina) debería dar positivo (o sea, producir un habón o roncha); y el control negativo (es decir, la solución salina) debería ser negativo (o sea, no producir ninguna reacción en absoluto). En cualquier caso distinto del descrito (por ejemplo, que el control positivo, la histamina, no produzca reacción, o que, si la produce, ésta sea de mínima entidad; o bien que el control negativo, la solución salina, produzca alguna inflamación importante), las pruebas no serían válidas, y habría que buscar otra alternativa para llegar al diagnóstico (o repetirlas otro día, si el motivo por el que no podemos darles credibilidad es que el paciente esté tomando tratamiento).