En nuestra entrada de ayer referíamos que, dentro del currículo de bachillerato, las alergias se estudian entre las llamadas «disfunciones del sistema inmunitario«. Detengámonos hoy, brevemente, a comentar a qué nos referimos cuando utilizamos dicha expresión.
El Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española define disfunción como «desarreglo en el funcionamiento de algo o en la función que le corresponde»: es decir, un mal funcionamiento. Además, el mismo diccionario incluye una acepción específica para el ámbito de la Biología, entendiéndola como una «alteración cuantitativa o cualitativa de una función orgánica». En efecto, la defensa de nuestro organismo frente a agentes externos potencialmente dañinos es una (no la única) de las funciones de nuestro sistema inmunitario, y cuando, como ocurre en el caso de las personas alérgicas, este sistema reacciona frente a una sustancia inocua como si extuviera siendo agredido (como si tuviera que defenderse), realmente podemos asumir que está funcionando de forma inadecuada, ya que esa reacción es inadecuada y tiene consecuencias nocivas para el propio organismo.
Pero la alergia no es la única disfunción del sistema inmunitario. Hay otras. Con carácter general, y con ánimo didáctico, las disfunciones o desórdenes del sistema inmunitario se pueden agrupar en tres grandes categorías:
1) En primer lugar, tendríamos que considerar la llamada inmunodeficiencia: es un estado patológico en el que el sistema inmunitario no realiza de forma eficaz el papel de protección que le corresponde, y deja al organismo en una situación de vulnerabilidad frente a la infección por gérmenes. Además, en condiciones normales el sistema inmunitario (y esta es otra de sus funciones) también ejerce una vigilancia continua sobre las células del propio organismo, atacando y eliminando aquéllas que, por sufrir algún tipo de transformación, se vuelven perjudiciales para el propio organismo. En las inmunodeficiencias esta función tampoco se cumple de un modo satisfactorio, por lo que estas personas, además de tener una mayor susceptibilidad para sufrir infecciones, también tienen una mayor probabilidad de padecer cáncer de tipos diversos. Las inmunodeficiencias pueden ser primarias (o congénitas, que existen desde el nacimiento y se deben generalmente a alguna anomalía genética) o secundarias (adquiridas a lo largo de la vida, por causas diversas).
2) Las enfermedades autoinmunes: son enfermedades causadas por un ataque del sistema inmunitario a las células o tejidos del propio organismo. Como referíamos en el punto anterior, en condiciones normales el sistema inmunitario ejerce una vigilancia constante para atacar y neutralizar los elementos del organismo que se han vuelto inútiles o peligrosos. Esa función es beneficiosa y necesaria, pero el problema en el caso de las enfermedades autoinmunes el ataque se dirige de forma inadecuada hacia estructuras corporales normales o sanas, y la enfermedad es la manifestación del daño derivado de ese ataque. Es, entonces, una actuación desproporcionada del sistema inmunitario contra estructuras que están presentes normalmente en el propio organismo.
3) Finalmente, están las reacciones de hipersensibilidad, que son las alergias en sentido amplio. En estos casos, el sistema inmunitario reacciona igualmente de forma desproporcionada, pero frente a sustancias exógenas que, en circunstancias normales, no representan un peligro para el organismo. Como en el caso anterior, con el que tiene muchas similitudes, se trata de una reacción desproporcionada, anómala e inadecuada, pero en lugar de dirigirse contra estructuras del propio organismo se dirige contra elementos externos. En el origen de este tipo de reacciones se imbrican una predisposición genética y la concurrencia de factores ambientales, interaccionando de formas complejas sobre las que cada día conocemos más, sin que todavía se haya llegado a entenderlas del todo. Mark Parisi, un humorista norteamericano, ofrece esta explicación del fenómeno (la traducción, libre, es nuestra):
Obviamente, los elementos del sistema inmunitario no tienen conciencia ni racionalidad como para plantearse voluntariamente «hacer alguna locura», pero el símil es simpático y nos permite entender el concepto de la «rebelión» del sistema inmunitario de una persona alérgica frente a la «tremenda seriedad» de su funcionamiento normal.