Cuando ayer, tras hablar de esa curiosa alergia a las carnes rojas en la que puede estar implicada la picadura de una garrapata, finalizamos nuestra entrada argumentando que existen medicamentos que podían contener Galactosa-alfa-1,3-galactosa (alfa-gal), y que por tanto deberían ser evitados por los pacientes alérgicos a esta molécula, algunos de nuestros lectores han manifestado interés por conocer más de ese asunto. Os damos las gracias por permitirnos profundizar un poco más en la materia.
Aunque en la actualidad las técnicas de ingeniería genética están permitiendo obtener muchos productos biológicos directamente en laboratorio de una forma totalmente pura y sin contaminación, durante décadas la medicina ha tenido que recurrir al organismo de otras especies animales para conseguir muchos de los elementos que los enfermos necesitan para recuperar la salud o para mejorar su calidad de vida; incluso en pleno siglo XXI, en algunos casos, seguimos haciéndolo.
Precisamente, algunos de los primeros casos de alergia a alga-gal que se describieron (en Estados Unidos, como decíamos ayer) estaban relacionados con la aparición de reacciones alérgicas a un medicamento: el Cetuximab, un anticuerpo monoclonal empleado en el tratamiento de algunos tipos de cáncer. El Cetuximab es un anticuerpo quimérico, lo cual quiere decir que su estructura está formada por componentes procedentes de especies diferentes: concretamente, tiene una fracción humana y una fracción procedente de anticuerpos de conejo, de la cual formaba parte el carbohidrato alfa-gal (en este caso, no se trata de una contaminación, sino que el carbohidrato forma parte de la estructura del anticuerpo).
En general, cualquier medicamento que se haya obtenido del organismo de mamíferos no primates podría tener riesgo de contener esta molécula (aunque, a diferencia del caso anterior, no necesariamente formando parte de la estructura de la sustancia en cuestión, sino por contaminación). Y se ha descrito en varios de ellos.
Un caso a tener en cuenta es el de los expansores plasmáticos o expansores del plasma, que son sustancias que se administran directamente dentro del sistema vascular cuando hace falta aumentar el volumen de líquido que va por el interior de los vasos: resultan de utilidad en casos en los que se ha perdido una cantidad importante de plasma sanguíneo y se necesita aumentar el volumen de líquido dentro de las arterias y venas (la expresión técnica es “restituir la volemia”) para garantizar que el corazón pueda seguir impulsando la sangre (aunque ésta esté más diluida) de forma que la irrigación de los órganos no se vea interrumpida. Algunos (no todos) de estos expansores son gelatinas y pueden obtenerse, al menos en parte, de estructuras corporales de mamíferos.
Y respecto a la gelatina es importante, también, destacar que puede usarse como excipiente en algunos preparados comerciales farmacéuticos: la existencia de una alergia a alfa-gal es motivo suficiente para buscar alternativas con otro excipiente distinto. La gelatina no siempre procede de mamíferos, pues a veces se obtiene de pescado; pero, si no lo especifica…
Otros caso relevante es el de los llamados xenotrasplantes, que son trasplantes de órganos o tejidos en los que el donante y el receptor pertenecen a distintas especies animales. El caso más típico es el de la implantación de válvulas cardiacas biológicas procedentes del cerdo o de ganado bovino. Se ha descrito al menos un caso de anafilaxia por alergia a alfa-gal en un paciente al que se implantó una válvula porcina. Y, aún cuando no se produzca anafilaxia, la presencia de los anticuerpos favorecería el rechazo del injerto.
Como puede deducirse, los referidos no son medicamentos, ni productos sanitarios, que podamos adquirir en la farmacia sin receta y emplear despreocupadamente sin supervisión médica. Por ello, es importante que el médico prescriptor conozca, si es el caso, la alergia de su paciente a Galactosa-alfa-1,3-galactosa, para que pueda, de ese modo, optar por alternativas sin riesgo.