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La urticaria como metáfora.

Ayer, II Día Mundial de la Urticaria Crónica, la Asociación de Afectados de Urticaria Crónica (AAUC) presentó ante la prensa, entre sus diversas reivindicaciones, una que hace referencia al lenguaje. Han analizado las referencias al término “urticaria” en internet de los últimos 18 meses y han comprobado que muchas veces está unida a cuestiones políticas o económicas, y con connotaciones negativas. «En campaña electoral es habitual que los diferentes líderes políticos se refieran a las acciones de sus rivales ideológicos asegurando que les ‘provocan urticaria’, y no nos gusta que se banalice de esta manera»: así habló Meritxell Cortada, presidenta de la mencionada asociación.

Cuando hablamos del uso metafórico del término alergia (véase nuestra entrada «La alergia como metáfora«), comprobamos que la Real Academia Española había aceptado ya, en su Diccionario de la Lengua, una acepción que recoge connotaciones negativas o de rechazo: la alergia entendida como «sensibilidad extremada y contraria respecto a ciertos temas, personas o cosas».

En el caso de la urticaria, sin embargo, la Real Academia Española sólo recoge, en su Diccionario de la Lengua, una acepción: urticaria es una «enfermedad eruptiva de la piel, cuyo síntoma más notable es una comezón parecida a la que producen las picaduras de la ortiga». A diferencia del caso de la alergia, no existe, por tanto, otra acepción para el término «urticaria» que la referida al ámbito médico.

Sin embargo, su empleo en otros contextos, con un claro significado de rechazo o peyorativo, es muy frecuente, como destacó ayer la AAUC.

«Posibles efectos secundarios de esta reunión: Ronchas, dolor de cabeza, náuseas», señala el cartel que dibuja Benita Epstein en esta viñeta, que constituye un ejemplo de lo que estamos diciendo:

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Y las personas afectadas por urticaria crónica, que quieren concienciar a la población sobre las características de su enfermedad y el sufrimiento que conlleva, piden sensibilidad hacia la misma. Y que no trivialicemos su padecimiento.

No es mucho pedir.

 

#Quenopare: Por un precio justo en los alimentos sin gluten

Cada año, la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE) publica el “Informe de Precios sobre Productos Sin Gluten”. El estudio se basa en una dieta de 2.000 a 2.300 calorías, siendo esta la ingesta aproximada de calorías que recomiendan los expertos en nutrición para adultos y niños, aunque estas necesidades pueden ser mayores para adolescentes o adultos con actividad física elevada, y menores en el caso de preescolares o ancianos.  Según el informe correspondiente a este año (que se publicó en marzo), la cesta de la compra anual de una familia en la cual uno de sus miembros sea celíaco es casi 1.500 euros (exactamente 1.468,72 €) más cara que la de una familia en la que no haya celíacos.

En mayo de este año, por su parte, la asociación de consumidores y amas de casa Tyrius llevó a cabo un estudio comparando 25 productos de consumo habitual, y llegó a la conclusión de que, con carácter general, los productos para celíacos son un 127 % más caros.

A pesar que cada día la oferta de productos sin gluten es más amplia y variada, las diferencias de precio entre los productos con gluten y los productos sin gluten son muy significativas, siendo mucho más caros estos últimos. Y, sin embargo, la composición de tales productos no justifica esa diferencia de precio, lo cual causa una perplejidad que Hilary B. Price captó perfectamente en esta tira humorística:

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«Cuanto más «sin» sea la comida, más cara es«: esa es la conclusión a la que llega la protagonista de esta historieta.

En agosto de 1.979 el pan fue declarado en España alimento de primera necesidad, y desde entonces su precio está regulado por las autoridades (aquí tienes una muestra: Real Decreto 972/1987 por el que se regulan los precios del pan). Sin embargo, esa regulación se refiere únicamente a «la pieza de pan de máximo consumo en cada provincia». Obviamente, en ninguna provincia española «la pieza de pan de máximo consumo» es una que pueda comer una persona celíaca, por lo que el pan para celíacos queda libre de esta regulación, pudiendo fabricarse y venderse con absoluta libertad de precios… ¡como si para los celíacos no fuera un alimento de primera necesidad!

Y el caso del pan es sólo un ejemplo.

Para manifestar su desprotección en este sentido, e instar a los poderes públicos a adoptar medidas que les faciliten la compra de alimentos (ayudas directas o disminución de la fiscalidad, como ya hay en otros países), diversos colectivos de personas celíacas llevan a cabo medidas de diferente índole (recogida de firmas, campañas informativas, etc.). Muchas de esas iniciativas se engloban bajo el lema #quenopare (que es el nombre de una campaña de visibilidad celíaca para pedir, fundamentalmente, un precio justo en los alimentos sin gluten).

El próximo sábado 3 de octubre, en el contexto de esa campaña, se ha convocado una concentración en la Plaza de Colón de Madrid, a las 11.30 h de la mañana. Así lo anuncia el humorista Brenes, colaborador del Diario de Córdoba:

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