Archivo por meses: octubre 2015

Los muchos nombres del asma (y una introducción al concepto de «Enfermedad Respiratoria Alérgica»)

Este verano, la Fundación argentina FUNDALER (Fundación para el Estudio del Asma y otras Enfermedades Alérgicas) presentaba en su página web una recopilación de términos y expresiones, recopilados por el Dr. Martín Ruiz, empleados en la lengua española para referirnos al asma: ¡nada menos que 60!

Ciertamente, se recogen expresiones que se emplean en diversos países hispanoparlantes, y no todas ellas se emplean en España, pero sí un buen número de las señaladas. Algunas de ellas son de uso común, si bien rechazadas por los profesionales por inexactas, erróneas o imprecisas; otras son empleadas de forma habitual por los profesionales en el ámbito clínico o académico, y, aunque no todas se refieren exactamente a lo mismo, con frecuencia resulta difícil distinguir si aluden al mismo o diferente síndrome: asma, broncoespasmo de repetición, bronquiolitis recidivante, bronquitis alérgica, bronquitis asmatiforme, bronquitis extrínseca, bronquitis obstructiva, bronquitis sibilante, disnea sibilante, equivalente asmático, hiperreactividad bronquial, tos alérgica, … y así hasta 60. Algunas de ellas son claros eufemismos utilizados para suavizar la noticia del diagnóstico al paciente: «principio de asma», «asma incipiente», «resfriado mal curado», …

Ya hemos destacado en ocasiones previas la importancia de la precisión en el lenguaje científico, y en particular en el lenguaje médico. Precisamente porque en Medicina siempre es necesario saber exactamente de qué estamos hablando, las sociedades científicas y las guías de práctica clínica consensúan definiciones de los distintos síndromes clínicos en pro de la precisión.

En el caso del asma, aceptamos que se trata de una enfermedad respiratoria crónica que se caracteriza por obstrucción de causa inflamatoria, y reversible, de las vías respiratorias bajas (bronquios), lo cual se manifiesta con síntomas como tos, dificultad respiratoria (ahogos), ruidos al respirar (“pitos” o sibilancias) y sensación de opresión en el pecho.

Un editorial en el último número de la revista Lancet (una de las revistas más prestigiosas de Medicina) aborda precisamente la denominación de esta enfermedad, bajo el título «Una nueva identidad para el asma«. Plantea que la última Guía internacional GINA, actualizada de 2015, entiende el asma como una enfermedad heterogénea a la que define como «la historia de síntomas respiratorios tales como sibilancias, dificultad respiratoria, opresión torácica que varía en el tiempo y en intensidad, junto con limitación variable al flujo espiratorio». Obviamente, definir una enfermedad por sus síntomas implica que se pueden estar englobando en ese concepto diferentes situaciones clínicas, hasta el punto de que (y es así como lo plantea el editorial de la revista Lancet) el asma quedaría, entonces, conceptualmente, no ya como un diagnóstico final, sino como un «término paraguas» (un cajón de sastre, para que nos entendamos). Para que este nuevo enfoque resulte de utilidad, concluye el texto referidolos especialistas deberían ahora identificar, dentro de este síndrome, a las poblaciones de pacientes con similares fenotipos, genotipos y hallazgos clínicos.

Precisamente de eso se ha hablado también en el Simposio Internacional de Vía Respiratoria Única celebrado la semana pasada en Sevilla en el contexto del Congreso de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (permitidnos que ilustremos esta entrada con el cartel anunciador del mismo, aun cuando ya haya concluido):

 seaic2015

Los alergólogos somos conscientes de que, cuando el asma es de tipo alérgico, con mucha frecuencia se acompaña de síntomas en otros tramos de la vía respiratoria, ya sea desde su inicio o en algún momento de su evolución; y, a la inversa, cuando se diagnostica una rinitis (o una rinoconjuntivitis, o una rinosinusitis) de causa alérgica, hay que estar atentos a la posible aparición de síntomas en las vías respiratorias bajas. La modificación de su evolución gracias al empleo de inmunoterapia específica no se limita a las manifestaciones de una zona de la vía respiratoria, sino que repercute en su conjunto. No tiene sentido, entonces, entender una rinoconjuntivitis alérgica (o una rinosinusitis alérgica) como una enfermedad diferente del asma alérgica: se trata de una misma enfermedad, que puede tener síntomas predominantes en vías respiratorias altas o en vías respiratorias bajas, pero que no por ello debe concebirse (ni abordarse) como si fueran entidades diferentes.

Por ello, la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica nos propone hablar de «Enfermedad Respiratoria Alérgica» (ERA), para englobar estos síndromes relacionados entre sí que no pueden entenderse como enfermedades diferentes, sino, en todo caso, como manifestaciones diversas de la misma enfermedad.

Enfermedad Respiratoria Alérgica: otra denominación que se refiere (entre otras cosas) al asma (cuando es alérgica).

Pero no se trata de una denominación caprichosa, ni es un eufemismo, ni es imprecisa.

Es una propuesta razonable.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de rendimiento de una prueba médica?

Esta semana se está celebrando en Sevilla el Congreso anual de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), cuyo tema estrella, en esta ocasión,  integrado en el Simposio Internacional titulado «Vía respiratoria única: Enfermedad Respiratoria alérgica», es la implicación global de las vías respiratorias en las reacciones alérgicas (condicionando enfermedades como rinitis y asma en la misma persona).

Ayer, sin embargo, se dedicó atención expresa al análisis en profundidad de la urticaria crónica en el otro Simposio del Congreso, centrado en esta enfermedad (Simposio Internacional de Urticaria Crónica).

image

De la urticaria crónica se analizó lo referente a su origen, sus mecanismos de producción, los procedimientos para su diagnóstico y los más recientes avances y perspectivas para su tratamiento.

Respecto al diagnóstico, se ha debatido cuáles son las pruebas que deben realizarse ante una sospecha clínica de urticaria, y se ha destacado que a veces se realizan, en estos cuadros, pruebas complementarias que no aportan informacion relevante.

Una de esas pruebas, en el caso de la urticaria crónica, es la biopsia cutánea.

La biopsia es una técnica diagnóstica consistente en la extracción de un fragmento de tejido biológico (si hablamos de biopsia cutánea, ese tejido es la piel) para su análisis detallado al microscopio (buscando alteraciones que permitan concretar cuál es la enfermedad presente, o para evaluar la gravedad de la misma  y aventurar un pronóstico, o vigilar su evolución y detectar nuevos brotes, o para constatar la respuesta a un tratamiento).

En las urticarias crónicas, la biopsia cutánea no suele aportar información relevante. Tan sólo en torno a un 1 o 2 % de los casos podría encontrarse algún hallazgo que justificara un cambio de conducta (pedir otras pruebas, modificar el tratamiento, …) por parte del médico responsable de la asistencia.

El llamado «rendimiento diagnóstico» de una prueba se calcula dividiendo el número de resultados positivos (en el ejemplo que nos ocupa, el número de casos en los que la prueba aporta información relevante que propicie un cambio de actitud por parte del médico) entre el número global de peticiones de esa prueba.

Decimos, por ello, que la biopsia cutánea tiene muy bajo rendimiento en esa enfermedad, y (puesto que se trata de una prueba cruenta, pues es necesario extraer un trozo de piel) se desaconseja utilizarla como prueba de rutina. Tan sólo cuando la forma de presentación o de evolución hace sospechar que se trata de otra enfermedad en lugar de (o además de) una urticaria crónica, la biopsia cutánea podría tener un rendimiento mayor.

Lo cual implica que esta prueba tiene todo su sentido cuando se busca descartar otras alternativas diferentes de la urticaria crónica: si esas alternativas no han podido descartarse de otro modo, y tienen un tratamiento o consecuencias diferentes, un resultado negativo de la prueba también es útil.

De lo que puede deducirse que la utilidad de una prueba no depende exclusivamente de su rendimiento.