El sudor es un líquido transparente que segregan las glándulas sudoríparas de la piel de los mamíferos, generalmente como un medio de refrigeración corporal. Básicamente, entonces, la producción de sudor es un mecanismo de regulación de la temperatura corporal. Tiene también otras funciones, como eliminar sustancias de deshecho y contribuir a la formación del pH ácido del estrato córneo, que es una barrera contra las invasiones por gérmenes.
El sudor se produce en unas glándulas especiales situadas en la piel, que se llaman glándulas sudoríparas, y se segrega a través de un poro que se abre al exterior.
Existen dos tipos de glándulas sudoríparas: ecrinas y apocrinas. Las primeras están repartidas por toda la superficie corporal, aunque predominan en palmas de las manos, plantas de los pies, frente, rostro y pecho. Las glándulas apocrinas se localizan sobre todo en las axilas, areolas mamarias, genitales y conductos auditivos.
Algunas veces, los conductos de las glándulas ecrinas se obstruyen, y el sudor se ve retenido. Con frecuencia, cuando eso ocurre, puede terminar produciéndose una disrupción del conducto glandular, y la secreción se acumula en el espesor de la epidermis. Es decir, el sudor, al no poder salir al exterior por el poro, escapa de la glándula y se queda en el espesor de la piel. Ésto da lugar a una dermatitis, con vesículas o incluso pústulas, que recibe el nombre de miliaria.
Existen variantes según el nivel al que se obstruya el conducto excretor de la glándula ecrina. La más conocida es la llamada miliaria cristalina o sudamina, en la que la vesícula se forma en el estrato córneo: se trata de vesículas claras de 1-2 mm, superficiales y no inflamatorias, que se rompen con facilidad.
En el argot popular (no así en el ámbito médico), la miliaria (y muy especialmente la sudamina o miliaria cristalina) puede referirse como «alergia al sudor«.
En realidad, no se trata de ninguna alergia: como hemos visto, la miliaria, con carácter general, es una dermatitis vesiculosa o pustulosa secundaria a la retención intraepidérmica de la secreción glandular ecrina.
Nadie es alérgico a su propio sudor. Pero, a veces, si el sudor no puede salir correctamente al exterior, se vierte al espesor de la piel y termina produciendo una dermatitis (ante la cual es posible que algún observador piense en las manifestaciones clínicas de una alergia, que, en este caso, no está presente).
La imagen es de OK Diario, y presenta un bebé con sudamina en la zona del escote: