Cada año, el segundo martes del mes de mayo (es decir, tal día como hoy) se celebra el Día Mundial del Asma.
El asma es una enfermedad respiratoria crónica que se caracteriza por obstrucción de las vías respiratorias bajas (bronquios), lo cual se manifiesta con síntomas como tos, dificultad respiratoria (ahogos), ruidos al respirar («pitos» o sibilancias) y sensación de opresión en el pecho. Esta obstrucción tiene características inflamatorias (se debe a una reacción inflamatoria) y es típicamente reversible, ya sea de forma parcial o total: por ese motivo, el asma suele evolucionar de forma episódica, con brotes de empeoramiento (en relación con factores diversos) y temporadas de mejoría en las cuales el enfermo puede estar completamente libre de síntomas.
El asma afecta a entre el 3% y el 7% de la población adulta, y entre el 5% y el 10% de los niños. Se trata, por tanto, de una enfermedad frecuente, que tiene mayor prevalencia en la infancia que en la edad adulta.
En un muy amplio porcentaje de los casos (en torno al 80 %) se puede identificar un origen alérgico. Cuando existe una base alérgica, hablamos de asma extrínseca. Por el contrario, cuando no se ha identificado causa alérgica, hablamos de asma intrínseca. Entre los alérgenos más relacionados con el asma extrínseca están los aeroalergenos o neumoalergenos, a los que ya nos hemos referido en una entrada previa de este blog, como los ácaros del polvo doméstico, los pólenes, algunos hongos y epitelios de animales como perro, gato, caballo y roedores, pues acceden directamente a las vías respiratorias bajas a través del aire respirado y ejercen un efecto inflamatorio local (sólo en las personas alérgicas) en los bronquios.
Existen otras muchas circunstancias y situaciones que pueden producir una crisis de asma tanto en personas con asma extrínseca como en personas con asma intrínseca, desde factores químicos que se comportan como irritantes (como el humo del tabaco) a condiciones de estrés emocional intenso, pasando por infecciones respiratorias o cambios de temperatura ambiente (con frecuencia, el frío intenso puede desencadenar síntomas).
La obstrucción de los bronquios (independientemente de su causa) recibe el nombre de broncoconstricción, y el hecho de que los bronquios de una persona sean especialmente sensibles a los factores irritantes (ya sea por su condición de alérgico/a o por otras causas) se refiere como hiperreactividad bronquial.
Los ataques de asma pueden durar desde minutos hasta días, y si se restringe de forma importante el paso del aire pueden llegar a ser muy graves, poniendo incluso en riesgo la vida.
Aunque evolucione en brotes, es un error preocuparse por instaurar tratamiento sólo cuando aparecen síntomas intensos, pues se ha comprobado que un buen control de la enfermedad requiere la realización de tratamiento de forma prolongada. Y no sólo de tipo farmacológico: cuando hay una base alérgica, es fundamental llegar a un buen diagnóstico e identificar el alérgeno que causa problemas, pues las medidas de evitación del mismo, cuando son posibles (y prácticamente siempre existen medidas que permiten disminuir la exposición al alérgeno, aún cuando a veces no se consiga evitar del todo), contituyen la primera medida a poner en marcha.
No en vano, entre los objetivos de este Día Mundial del Asma, bajo el lema «Tú puedes controlar tu asma«, está el de reducir los factores de riesgo para las personas que sufren asma.