El 26 de abril de 2012, Andrés Rábago García, El Roto, publicó en El País un chiste en el que, para denunciar los recortes en el Sistema Nacional de Salud y sus posibles consecuencias sobre la asistencia a los enfermos, utilizaba el término dermatitis con la connotación de patología banal, en contraposición a la gravedad del cáncer:
¿Qué son las dermatitis?
El sufijo “–itis” procede del griego, y denota inflamación. Unido a una raíz léxica que remita a cualquier órgano o parte del cuerpo humano, indica inflamación de ese órgano o parte. Por ejemplo, una apendicitis es una inflamación del apéndice, una laringitis es una inflamación de la laringe, y una artritis es la inflamación de una articulación; aunque no siempre el significado resulta tan evidente: una blefaritis es una inflamación del borde libre de los párpados, y una glositis es una inflamación de la lengua.
Dermatitis, por tanto, es un término genérico que significa “inflamación de la piel”. No hace referencia a ninguna causa concreta: es, por tanto, un cajón de sastre que incluye procesos muy diversos, y de gravedad variable.
Puesto que tanto las causas como los patrones de la inflamación pueden ser muy variados, el término dermatitis suele ir acompañado por un adjetivo u otro complemento que proporcione más información, generalmente acerca de su origen o su mecanismo de producción: por ejemplo, dermatitis atópica (en personas con predisposición a padecer alergia) o dermatitis de contacto (que aparece por contacto con alguna sustancia química del exterior, que actúa también desencadenando un mecanismo alérgico o simplemente como irritante).
¿Son, ciertamente, banales las dermatitis? Algunas sí lo son. Pero no todas.
Aunque algunas dermatitis pueden ser tremendamente molestas y difíciles de controlar, lo habitual es que no impliquen riesgo vital. No obstante, en alguna ocasión, una inflamación aguda (repentina) y extensa de la piel puede revestir una gravedad extrema: lo más frecuente son reacciones adversas a fármacos (generalmente de carácter alérgico), y para referirnos a estos casos suele preferirse el término toxicodermia, o toxicodermia medicamentosa (que, como puede verse, contiene una alusión explícita a su causa).