Sandeces en una televisión pública (O Por qué los medios de comunicación social deberían tener asesores científicos)

El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define «Sandez» como «Despropósito, simpleza, necedad». Un despropósito, a su vez, es un «dicho o hecho fuera de razón, de sentido o de conveniencia».

Ciertamente, eso es lo mejor (¡lo mejor!) que puede decirse de la sarta de incongruencias que se emitieron el pasado jueves 29 de diciembre en la cadena de televisión pública vasca ETB. Las dijo, en el programa «Ahora«, un naturópata que, al parecer, ha conseguido cierta fama a base de divulgar sus teorías disparatadas desde diversas cadenas de televisión.

El sujeto en cuestión afirmó que las enfermedades alérgicas son producto de un conflicto emocional no asumido y basta con que seamos conscientes de ello para que la enfermedad desaparezca. Defendió ser capaz de «curar la celiaquía» (cuando, realmente, la celiaquía es un trastorno que, en la actualidad, no tiene cura, aunque quienes lo padecen pueden mantenerse libres de síntomas si siguen una dieta estrictamente libre de gluten de forma indefinida), y tuvo, de hecho, la desfachatez de decir que todos los enfermos de celiaquía que han pasado por su consulta se han curado. O que muchas de las personas alérgicas que han asistido a sus charlas, al hacerse conscientes de la verdadera causa de su problema, han dejado de serlo. Son ideas basadas en la llamada «Nueva Medicina Germánica», una pseudoterapia inventada por el alemán Ryke Geerd Hamer.

Despropósitos, necedades, sandeces: decíamos que esa es la interpretación más benigna del asunto, porque todo apunta a que su protagonista se lucra haciendo creer a los enfermos tales patochadas. Lo cual, obviamente, es todavía peor.

En Alemania, el inventor de la llamada «Nueva Medicina Germánica», Ryke Geerd Hamer, ha sido inhabilitado como médico por lo peligroso de sus prácticas (sí, estas tonterías son peligrosas: en el mejor de los casos, crean confusión; en el peor, pueden conseguir que personas enfermas abandonen o descuiden tratamientos de eficacia contrastada para entregarse a fantasías estériles). Aquí, sin embargo, medios de comunicación social sostenidos con fondos públicos dan pábulo a sandeces de este calibre. Decepcionante, e indignante.

¡Qué poco se valora la figura del asesor científico en los medios de comunicación social, cuando su papel es, como queda demostrado, absolutamente fundamental! Esperemos, al menos, que este tipo de programas no pasen desapercibidos a los garantes del correcto ejercicio de la medicina en nuestro país.

En la imagen, uno de los momentos más disparatados de la intervención del invitado, con el cartel de abajo plasmando su dislate:

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