El último número de la revista científica International Journal of Epidemiology (Revista Internacional de Epidemiología) incluye un artículo que ha llamado la atención de la prensa. Se llama «Prenatal and infant paracetamol exposure and development of asthma: the Norwegian Mother and Child Cohort Study» («Exposición a paracetamol prenatal y en la infancia y desarrollo de asma: el estudio noruego de cohortes de madres y niños«), y sus autores (encabezados por Maria Christine Magnus, del Instituto Noruego de Salud Pública) estudiaron la relación entre la exposición a paracetamol (acetaminofén) durante el embarazo (obviamente, por consumirlo la madre gestante) y en los primeros seis meses de la infancia y el posterior desarrollo de asma.
Como fuentes de información emplearon el estudio noruego de cohortes de madres y niños que se cita en el título del trabajo (con cuestionarios que incluyen datos de 95200 madres y 114500 niños) y una base de datos que recoge la prescripción de fármacos en el país (Noruega).
Utilizaron información de 53169 niños con diagnóstico de asma a los tres años de edad, 25394 niños con diagnóstico de asma a los 7 años de edad, y 45607 niños a los que se había prescrito tratamiento antiasmático a los siete años de edad: esas cifras demuestran que trabajaron con una muestra numerosa.
En palabras de la autora principal del artículo, «dado que el paracetamol es el analgésico más comúnmente utilizado por las mujeres embarazadas y los niños, el descubrimiento de sus potenciales efectos adversos es de gran importancia para la salud pública».
Encontraron una asociación modesta (ese es exactamente el término que los propios autores utilizan) entre el consumo de paracetamol por la madre embarazada o el consumo de paracetamol por el bebé en sus seis primeros meses de vida y el posterior desarrollo de asma. Es, ciertamente, una asociación muy modesta: detectaron un riesgo relativo de padecer asma a los tres años de 1.13 en caso de exposición prenatal al paracetamol (lo cual quiere decir que por cada niño que desarrollaba asma sin haber estado expuesto al paracetamol, 1.13 de los niños expuestos en el embarazo la desarrollaban) y de 1.29 en caso de exposición en los seis primeros meses (lo cual quiere decir que por cada niño que desarrollaba asma sin haber estado expuestos, 1.29 de los niños expuestos en sus primeros seis meses desarrollaban asma).
No es una diferencia muy grande. Es, simplemente, una llamada de atención para estimular a otros autores a seguir investigando sobre el tema.
Aunque podría pensarse que la enfermedad o motivo por el cual la madre tomara paracetamol en el embarazo podría ser la verdadera causa de esa asociación, los autores insisten en que tuvieron en cuenta ese factor, y la asociación (que, insistimos, no es especialmente llamativa) resultó independiente de la enfermedad o situación clínica que justificó el consumo del fármaco. En cualquier caso, como los propios autores reconocen, unos resultados tan poco concluyentes «no justifican un cambio en las actuales recomendaciones sobre el uso de paracetamol en las mujeres embarazadas».
Los autores también estudiaron (en el mismo trabajo) la posible relación del consumo precoz de ibuprofeno con el posterior desarrollo de asma, pero los resultados, en este caso, fueron incluso más modestos que en el caso del paracetamol.
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