En los últimos días, la contaminación ambiental ha tenido un protagonismo importante en los medios de comunicación generalistas. La prensa se ha hecho eco de algunos aspectos que, por su relación directa o indirecta con la salud, y específicamente con la salud respiratoria y con la mayor incidencia y prevalencia de enfermedades alérgicas (relación de la que ya hemos hablado en diversas ocasiones en este blog, como el pasado viernes), queremos destacar hoy.
Hace unos días supimos que el nuevo presidente electo de los Estados Unidos de América, Donald Trump, ha elegido como nuevo responsable de la política medioambiental del país a Scott Pruitt, fiscal general del Estado de Oklahoma, quien al parecer no cree en la contribución del hombre al cambio climático. Precisamente Oklahoma es el Estado que basa su economía de una forma más destacada en la dependencia de energías no renovables, como el petróleo o el gas, y Pruitt ha puesto empeño en los últimos años para bloquear en los tribunales las normas que el gobierno de Barack Obama ha impulsado para luchar contra el calentamiento global.
La propuesta de Pruitt como nuevo director de la Agencia para la Protección del Medio Ambiente, que todavía deberá superar la confirmación del Senado, puede interpretarse como toda una declaración de intenciones por parte de Trump, y no es descartable que algunas de las reformas normativas de los últimos años encaminadas a luchar contra la contaminación y el cambio climático encuentren ahora más obstáculos para continuar desarrollándose.
Lo más curioso del caso es que todavía haya quien pueda pensar que el cambio climático, y la responsabilidad del hombre sobre el mismo, es una cuestión de opiniones.
Esta semana, científicos norteamericanos han ofrecido una nueva y preocupante evidencia sobre lo que está sucediendo en el Ártico este otoño, donde se detectan temperaturas de 11 grados por encima de la media registrada a finales del siglo XX. Se trata del llamado Informe del Ártico, de la Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), el cual llega apenas dos semanas después de la divulgación del estudio del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo, que detectó temperaturas de 20 grados por encima de lo habitual en estas fechas en zonas como el Mar de Kara o el archipiélago de Svalbard, donde, de forma excepcional, no terminaba de cuajar la capa de hielo.
Los científicos de la NOAA advierten de que posiblemente estamos en el otoño más caliente «en decenas de miles de años» en el Polo Norte y en las regiones subárticas, donde el calentamiento podría tener «consecuencias catastróficas».
En referencia expresa a la propuesta de Pruitt como nuevo director de la Agencia de Protección del Medio Ambiente, los expertos destacan que ahora más que nunca se hace necesario comunicar los hallazgos de las observaciones científicas.
Por su parte, en Madrid, la organización no gubernamental Ecologistas en Acción ha constatado que el discutido cierre al tráfico, por parte del Ayuntamiento, de parte de varias calles transitadas de Madrid, entre ellas la Gran Vía, durante estos días previos a las fiestas navideñas, ha determinado una reducción del 32 % en los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2) en la zona, una de las más contaminadas de la ciudad.
El Ayuntamiento ha puesto en marcha un plan para limitar el acceso de los vehículos privados al centro durante los días previos a la Navidad y durante el propio periodo navideño, cerrando al tráfico privado la Gran Vía y las calles de Atocha y Mayor durante las 24 horas del día entre el 2 y el 11 de diciembre, entre el 16 y el 18 del mismo mes, y del 23 de diciembre al 8 de enero.
Ecologistas en Acción ha analizado los datos de contaminación por dióxido de nitrógeno (NO2) registrados por la estación de medición de Plaza del Carmen (a 100 metros de la zona) entre los días 2 y 8 de diciembre, primera semana de aplicación de la medida. Los resultados se han comparado con los registrados por ese mismo punto los tres años anteriores y con los obtenidos en otras estaciones de medición durante el mismo período. La concentración de NO2 registrada por esa estación en los días mencionados se ha reducido en un 32% respecto a la media de esos mismos días del año 2015.
Gran Vía de Madrid (Fotografía de Felipe Gabaldón).
Buscando seguir en su búsqueda de una reducción de la contaminación sin causar trastornos desproporcionados a la población, el Ayuntamiento de Madrid ha decidido que informará antes de las 12:00 horas de las medidas de restricción de aparcamiento y circulación previstas para el día siguiente, en los casos en que se active un episodio de alta contaminación por dióxido de nitrógeno (NO2).
Porque la relación entre contaminación y deterioro de la salud tampoco es una cuestión de opiniones.
A insistir en la relación entre contaminación y pérdida de salud viene un trabajo incluido recientemente en la versión online de la revista Environment Internactional, titulado «The association of air pollution and greenness with mortality and life expectancy in Spain: A small-area study«, que analiza, como su propio título indica, la asociación entre contaminación ambiental y la falta de zonas verdes con la mortalidad y la expectativa de vida en España. Los autores dividieron la totalidad del territorio español en 2148 zonas pequeñas (con al menos 3.500 habitantes cada una de ellas, abarcando en total una población de 44,5 millones de personas), y estudiaron las variables referidas entre 2009 y 2013. Los resultados han constatado que la mayor contaminación atmosférica se asocia con importantes reducciones en la esperanza de vida. Concretamente, un incremento de 5 μg/m3 en la concentración de determinado tipo de partículas contaminantes supone una pérdida de casi un año de vida.
Los autores concluyen, lógicamente, que la disminución de la contaminación ambiental debería ser una prioridad de salud pública para los gobiernos.
A ver qué le parece a Pruitt.