La mano de Bertha y los pulmones del niño asmático.

El pasado domingo se conmemoró en el Día Internacional de la Radiología, coincidiendo con los 120 años del descubrimiento de los rayos X por parte de Wilhelm Conrad Röntgen, en la Universidad de Wurtzburgo.

En efecto, Röntgen descubrió, en 1895, de forma fortuita, una radiación hasta entonces desconocida, cuando se encontraba experimentando con rayos catódicos y detectó una fluorescencia inesperada en una pantalla. Ensayó con varios objetos que encontró en su laboratorio, comprobando que, al ser sometidos a la mencionada radiación, aparecían registrados en la placa situada tras ellos como si fueran transparentes. Entusiasmado ante su descubrimiento (que le haría acreedor del premio Nobel de Física en 1901), Röntgen le refirió su descubrimiento a su esposa, Anna Bertha, y ambos ensayaron hasta conseguir una imagen de la mano de ella, en la que se identifican con claridad los metacarpianos y las falanges, así como los espacios articulares entre unos y otras, y se constata también la imagen de su anillo en el dedo anular. La mano de Bertha se convirtió, de ese modo, en protagonista de la primera radiografía de la historia: la primera de muchas… o, mejor aún, de muchísimas.

mano de bertha

Hoy sabemos que, en aquel experimento, fruto directo de la serendipia, la mano de Bertha recibió una dosis de radiación mayor de la que en la actualidad sería permitida para la obtención de una simple imagen. Pero, lógicamente, hace 120 años ellos no podían saberlo.

Las técnicas de radiodiagnóstico derivadas de ese descubrimiento han supuesto un antes y un después en la historia de la medicina, adoptando un protagonismo enorme entre los métodos empleados para llegar al diagnóstico de las enfermedades o de los diversos problemas que alteran la salud de las personas. La posibilidad de vislumbrar el interior de nuestro cuerpo, como si las diversas estructuras blandas del mismo fuesen transparentes (o, al menos, no del todo opacas), brinda posibilidades que, antes del descubrimiento de Röntgen no podían ni soñarse. Aunque las pruebas de imagen han evolucionado hasta el punto de que varias de ellas, hoy, no utilizan el tipo de radiación que descubrió Röntgen, la realidad es que todavía no hemos conseguido prescindir de esa técnica. A pesar de que sabemos que no son inocuas, que pueden producir efectos indeseables (incluso cáncer) y que su efecto es acumulativo.

Precisamente por esa posibilidad de causar efectos adversos serios, la legislación europea ya tomó cartas en el asunto:  la Directiva 2013/59/Euratom de 5 de diciembre de 2013 obliga a informar al paciente sobre el riesgo estimado que implican las pruebas de diagnóstico médico a las que va a someterse, y los beneficios esperados de ellas en cada caso, así como a hacer accesible al paciente la información sobre la dosis recibida con cada exploración, así como sobre su historia dosimétrica, es decir, sobre la dosis que lleva acumulada a lo largo de su vida. En los próximos dos años, las directrices que marca esta directiva deben ser incorporadas a las normativas nacionales, lo que supondrá la creación de una especie de «cartilla radiológica» para cada persona, que recoja las dosis de radiaciones derivadas de las pruebas y/o tratamientos con radiaciones a los que se haya sometido a lo largo de su vida.

Esto es especialmente relevante en personas que padecen enfermedades crónicas cuyo seguimiento asistencial pueda implicar la realización de múltiples pruebas radiológicas, y muy especialmente si tal enfermedad existe desde la infancia y se prolonga en los años posteriores de la vida de la persona: por ejemplo, el caso de los niños asmáticos, especialmente quienes tienen múltiples descompensaciones, pues no es raro que con frecuencia se vean enfrente del emisor de rayos X.

De momento, en España, el Departamento de Salud del gobierno de Cataluña ya se ha comprometido a hacerlo: el pasado viernes, su consejero de Salud en funciones, Boi Ruiz, presentó un nuevo registro para determinar las dosis de radiación que se utilizan en cada prueba de diagnóstico por imagen o en cada tratamiento, lo cual también permitirá conocer las dosis a las que una persona se ha visto expuesta a lo largo de su vida como consecuencia de este tipo de pruebas o intervenciones. A la información contenida en este registro (el cual es una iniciativa desarrollada por la Agencia de Calidad y Evaluación Sanitaria de Cataluña y la Dirección General de Planificación e Investigación en Salud de su Consejería de Salud) podrán acceder profesionales y pacientes (aunque, lógicamente, estos últimos sólo podrán conocer la información relativa a ellos mismos o a sus familiares dependientes).

Se trata de una iniciativa que, tarde o temprano (más temprano que tarde), tendrá que extenderse a todo el territorio nacional (para ser más preciso, a todo el territorio nacional de los diversos países de europa), pero sería deseable que el ejemplo cundiera lo antes posible.