Hace un par de días tuvimos ocasión de leer un artículo de prensa en el que, bajo el titular “Advierten sobre polen que aumenta síntomas de alergia”, se informaba que un polen llamado “Tsunami” estaba causando que personas en todo el condado de Fairfield y otras partes del noreste de los Estados Unidos sufrieran más síntomas de alergia de lo habitual.
El artículo en cuestión pertenecía a la publicación EL SOL News, periódico fundado en 1982 en la ciudad de Nueva York, y dirigido a la comunidad latina en EE UU (escrito, por tanto, en español). No estaba firmado por su autor (probablemente eso debería habernos hecho recelar), pero parecía documentado, presentando unas declaraciones textuales del director de una clínica de Nueva York especializada en el tratamiento de alergia y asma. La información que ofrecía, sin embargo, era un tanto desconcertante: según los expertos, “el fuerte invierno feroz, y el retraso de la llegada de la primavera, además del cambio climático”, habrían creado un polen llamado “Tsunami”, el cual estaba condicionando, como hemos señalado arriba, que personas del noreste de los Estados Unidos sufrieran más síntomas de alergia de lo habitual.
Ya hemos hablado en el pasado de la precisión y la concisión como características básicas del lenguaje científico. La utilización de un término tan inespecífico como “tsunami” para designar un nuevo polen aparentemente tan nocivo nos llamó la atención: en el ámbito de la Alergología, como también en el de la Botánica, cuando nos referimos a un polen concreto solemos especificar la planta de la que procede. De ese modo, sólo con decir su nombre podemos estar comunicando a nuestro interlocutor información sobre su distribución, su capacidad de ser transportado por el aire, su alergenicidad, etc. No tienen mucho que ver, por ejemplo, el polen de una orquídea con el del olivo. Por ello, no nos parecía lógico renunciar a esos matices acuñando un término genérico y novedoso que, aparentemente, nada aportaba sobre su origen. ¡Máxime, cuando, según se decía, se trataba de un polen “de nueva creación”!
Consultados otros periódicos del mismo país en busca de información sobre ese nuevo polen, las conclusiones son las que cabía esperar. No hay un “nuevo polen llamada tsunami”. Hay (como está ocurriendo también este año en algunas zonas de España, entre ellas Andalucía) unas concentraciones de pólenes diversos que están alcanzando niveles muy elevados (en Jaén, por ejemplo, se han constatado este año niveles de polen de olivo como no se conocían desde que existen registros) de un modo tan rápido que a algún periodista (anglosajón) se le ocurrió hablar de “un tsunami de polen”.
Un tsunami es una ola gigantesca producida por un maremoto o una erupción volcánica en el fondo del mar: una ola inmensa, imparable, que arrasa todo a su paso. Las expresiones “pollen storm” (tormenta de polen) o “pollen tsunami” (tsunami de polen) son metáforas tan gráficas que no resulta extraño que los titulares de diversos periódicos las hayan incorporado. Y alguien, en algún sitio, tradujo la segunda de forma literal: el polen “tsunami”. De ahí a embellecer la expresión convirtiéndola en “un polen llamado tsunami” va un paso… y, con tal nombre, por fuerza ese polen tenía que ser nuevo.
En conclusión, no hay, entonces, ningún polen nuevo llamado tsunami. Lo que hay es tal cantidad de polen en la atmósfera, con consecuencias tan notables para las personas alérgicas, que algunos periodistas aluden al fenómeno como «un tsunami de polen».
Por cierto, el chiste con que cerramos esta entrada es de Dave Granlund, un humorista norteamericano, y, aunque no es de este año (data del 13 de abril de 2010), refleja cómo están viviendo los alérgicos de Estados Unidos los niveles de polen de esta primavera (obviamente, de un modo no muy diferente a como se están viviendo en Andalucía):