Como ya hemos comentado previamente en este blog, el estornudo es un acto reflejo consistente en la expulsión súbita, brusca, de aire procedente de los pulmones (y, en menor medida, también de la boca). Su objetivo es expulsar del interior de la nariz las partículas extrañas que pueden irritarla. Por ello, el estímulo que generalmente desencadena el estornudo es la presencia en el interior de las fosas nasales de partículas o sustancias que irritan la mucosa que las recubre por dentro.
No es difícil imaginar que a nuestros antepasados más lejanos, ese acceso súbito, involuntario y casi imposible de evitar, les causara perplejidad, desconcierto e incluso preocupación.
Al parecer, los antiguos griegos y los egipcios consideraban que el estornudo era un presagio, un anuncio de algo por venir, y que el carácter de ese acontecimiento futuro guardaba relación con el momento del día en que se producía es estornudo (bueno si el estornudo acontecía por la tarde y malo si ocurría por la mañana) y con el lado hacia el cual se desviaba la cabeza de quien estornudaba.
De acuerdo con la tradición hebrea, existía la creencia de que el estornudo era señal de mal presagio y anuncio de muerte, porque se suponía que el alma podía ser expulsada del cuerpo cuando alguien estornudaba, y de ese modo sobrevenía la muerte. Se dice que fue el patriarca Jacob –cuando ya era anciano– quien pidió a Dios que cambiara este orden de las cosas; en el capítulo 49 del Génesis, Jacob bendice a sus hijos, uno tras otro, pero en el versículo 18 interrumpe transitoriamente su discurso para implorar a Dios, lo cual se ha interpretado como una súplica ante el miedo de morir sin terminar sus bendiciones, al verse sorprendido por la inminencia del estornudo.
Hay quien sitúa aquí el origen de la tradición de desear «salud» a quien se oye estornudar.
Hay, por el contrario, quien ubica el origen de dicha costumbre al inicio de la Edad Media, en relación con las grandes epidemias de enfermedades infecciosas que causaron estragos en la población europea de la época, como la peste negra. Durante el papado de Gregorio Magno (540-604), éste propugnó la práctica de rezar plegarias individuales y otros actos colectivos, como procesiones, para combatir la propagación de la peste. Cualquier persona que estornudara debía ser bendecida de inmediato para evitar el contagio. Esta costumbre, desprovista ya de significado alguno pero interpretada como un gesto de cortesía, permanece aún en la actualidad en muchísimas regiones del mundo. En algunos países hispanohablantes, como España, es habitual decir «Jesús» a quien estornuda, a modo de bendición. También puede decirse «salud» (lo cual es más habitual en países de latinoamérica); en los países anglosajones se suele utilizar la expresión “Bless you” o «God bless you» («Que Dios te bendiga»). En Estados Unidos, menos frecuentemente, puede decirse «Gesundheit» (que es también lo que se dice en Alemania, pues esa es la palabra alemana que significa «salud»).
Resulta curioso comprobar cómo en un número importante de países persiste la costumbre de bendecir o desear salud a quien acaba de estornudar. La versión en inglés de Wikipedia incluye un extenso cuadro en el que plasma la intervención habitual de quien presencia un estornudo, y la contestación que suele dar la persona que ha estornudado: puedes verlo pulsando aquí.
El hecho de que exista una respuesta estándar para el estornudo es un recurso muy utilizado por los humoristas gráficos, pues les permite presentar al lector una escena con las consecuencias del estornudo y explicarle, usando tan sólo una palabra, como se ha llegado a esa situación; ese es el planteamiento de estos chistes de Tony Zuvela, Joe Kohl y Mark Parisi, que proponemos como ejemplo de lo dicho: