¿Has pensado alguna vez en comer insectos?: ¡También contienen alérgenos!

En la búsqueda de fuentes alternativas de proteínas para la dieta, los insectos parecen ofrecer una alternativa con gran potencial. Saltamontes, grillos, escarabajos, …: Alrededor del mundo hay en torno a unas 2.000 especies de insectos comestibles conocidas, y, en ciertas regiones, los seres humanos han comido insectos desde hace siglos. Sin embargo, hay poca literatura científica sobre la seguridad alimentaria de los insectos.

Por otra parte, en la actualidad no hay una normativa específica que regule en Europa la cría y comercialización de insectos destinados a consumo humano.

En ese contexto, el Comité Científico de la Agencia Federal de Bélgica para la Seguridad en la Cadena Alimentaria ha elaborado una Guía de Seguridad Alimentaria para el Consumo Humano de Insectos (entomofagia), que podría sentar las bases para una futura regulación del sector.

La Guía (primera sobre esta materia en la Unión Europea) dedica atención a los diversos riesgos asociados a la ingesta de insectos, incluyendo riesgos microbiológicos (infecciosos), riesgos químicos (toxicológicos) o incluso físicos (como lesiones por estructuras cortantes o punzantes, u obstrucción del tránsito intestinal).

Y, por supuesto, dedica también atención a la presencia de alérgenos.

Se han descrito reacciones alérgicas debidas a insectos, manifestadas como eczema, urticaria, angioedema, rinitis, conjuntivitis o asma bronquial. La mayoría de estas reacciones tienen lugar por inhalación (por ejemplo, de polvo con fragmentos de la cutícula de cucarachas) o por contacto (por ejemplo, con pelos de orugas). Suelen ocurrir, sobre todo, en personas que entran en contacto habitual con insectos, como entomólogos o pescadores de caña que los utilizan como cebo, pero también se han constatado casos en los que la ingestión de insectos causó una reacción alérgica de gravedad variable, incluso una anafilaxia.

Sabemos que las personas que son alérgicas a crustáceos o mariscos y/o a ácaros del polvo, podrían tener una reacción alérgica al consumir algunos insectos, por reactividad cruzada. Las tropomiosinas, por ejemplo, son proteínas implicadas en la contracción muscular, y las personas sensibilizadas a las tropomiosinas de crustáceos y/o de ácaros del polvo, podrían también desarrollar alergia frente a tropomiosinas de insectos. Otro componente del cuerpo de los insectos que también se ha demostrado relacionado con reacciones alérgicas es la quitina, una proteína que forma parte del exoesqueleto de crustáceos (como gambas, langostas y cangrejos) y de insectos (la cutícula a la que nos referíamos antes).

Aunque para la mayoría de la gente el consumo o la exposición a insectos no representa un riesgo relevante de reacción alérgica, el documento referido recomienda encarecidamente que, si éstos se comercializan para consumo humano, en la etiqueta se debe indicar que las personas que tienen alergia a crustáceos o mariscos y/o a ácaros del polvo podrían tener una reacción alérgica si comen insectos.

 Takoradee

Fotografía: Puesto de insectos (de Takoradee). Fuente: Wikipedia.