Europa regulará más en profundidad las sustancias utilizadas para hacer tatuajes

Pertenecer a la Unión Europea implica depositar una parte de nuestra soberanía popular en una institución supranacional. Es decir, implica que Europa elabora normas que nosotros debemos aceptar y acatar. De hecho, nuestra propia legislación interna (la española) no puede ir en contra de la europea. Algunas de esas normas europeas son de aplicación directa en los países miembros, y otras necesitan una adecuación al escenario normativo de cada país, pero esa adecuación debe respetar los imperativos que plantea la Unión.

Alguna de esas normas europeas ha sido objeto de atención de este blog en el pasado (por ejemplo,  el Reglamento (UE) nº 1169/2011 del Parlamento Europeo y del Consejo sobre información alimentaria al consumidor), ya que, orientadas a proteger la salud de los ciudadanos, versan sobre aspectos relacionados con las enfermedades alérgicas y su tratamiento o su prevención.

En los últimos años está aumentando la tendencia a tatuarse. Hace décadas era una actividad minoritaria, casi marginal, y con frecuencia cargada de simbolismos y significados (en algunos colectivos estaban dotados de significados reconocibles), pero en la actualidad cada vez más personas lo hacen: los tatuajes se han popularizado e incorporado progresivamente a la sociedad occidental, cumpliendo hoy funciones puramente estéticas. Aunque, lógicamente, no existen registros que nos permitan saber con exactitud la cantidad de personas que llevan un tatuaje (y muchos de ellos están ubicados en zonas que se mantienen ocultas salvo para el círculo más íntimo), se estima que en Europa el porcentaje de personas tatuadas ha pasado de un 5 % en 2013 a un 12 % en 2016, lo cual implica que aproximadamente unos 60 millones de europeos (aproximadamente un tercio de los cuales son jóvenes entre 16 y 34 años) tienen uno o más tatuajes en su piel.

Lamentablemente, como sabemos, los tatuajes no están exentos de riesgos para la salud. Y algunos de ellos son, precisamente, el riesgo de reacciones alérgicas a alguno(s) de sus componentes.

Como consecuencia de un informe reciente de la Dirección General de Justicia y Consumidores de la Comisión Europea, que destaca la necesidad de implementar nuevas medidas destinadas a la fabricación de las tintas utilizadas y a las campañas de información sobre los riesgos para tatuadores y clientes con el fin de mejorar la seguridad de los tatuajes, La Agencia Europea de Sustancias Químicas, a propuesta de la propia Comisión Europea, va a estudiar nuevas medidas para evaluar, autorizar y restringir el uso de las sustancias y procedimientos utilizados para realizar tatuajes.

Aunque en la actualidad, las tintas permanentes del maquillaje disponibles en el mercado europeo una combinación de varios ingredientes, y más de 100 colorantes diferentes y 100 aditivos están actualmente en uso. Algunos de ellos pueden resultar altamente sensibilizantes, como es el caso de la Para-fenilendiamina o PPD, que se añade a la henna para darle color negro. Por otra parte, los pigmentos habitualmente utilizados no son productos específicamente fabricados para aplicaciones de tatuajes y maquillaje permanente, y algunos contienen impurezas.

Con carácter general, más del 80 por ciento de los colorantes utilizados son productos químicos orgánicos y más del 60 por ciento de ellos son un cierto tipo de pigmentos, llamados azo-pigmentos, algunos de los cuales pueden liberar aminas aromáticas cancerígenas.

En la actualidad, en España, estos productos están regulados por la normativa que afecta a los cosméticos y a los productos sanitarios. Las Comunidades Autónomas, por su parte, tienen su propia normativa en la que se recogen los requisitos que tienen que cumplir los centros en los que se realizan tatuajes y piercings. Los tatuadores y otros profesionales del sector llevan años pidiendo una norma que regule el ejercicio del tatuado y anillado corporal (piercing) a nivel nacional, con unos requisitos comunes para todo el país, para evitar desigualdades territoriales, pero esa no ha sido una prioridad del Gobierno hasta ahora.

Tal vez, entonces, mientras nuestros políticos están ocupados discutiendo asuntos que obviamente les parecen más acuciantes, Europa regule finalmente esta materia de forma específica, con base en la evidencia científica disponible.

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