El ejercicio físico, ¿nos predispone a la alergia a alimentos?

La anafilaxia inducida por ejercicio dependiente de alimentos es una forma peculiar de anafilaxia que sólo se produce cuando, después de haber entrado en contacto con el alérgeno (el alimento frente al que está sensibilizado), el individuo realiza ejercicio físico. Es decir, se trata de una forma de alergia alimentaria en la que, para que se produzca la reacción alérgica, además de ingerir el alimento es necesario que, en un periodo de tiempo próximo a la ingesta se haga algún tipo de ejercicio físico.

Si se hace ejercicio sin ingerir el alimento en cuestión no se produce la reacción alérgica: ésto no nos llama la atención, pues para que tenga lugar la reacción alérgica debe entrarse en contacto con el alérgeno. Pero el caso es que si se ingiere el alimento frente al que se está sensibilizado sin hacer ejercicio tampoco se produce la reacción; y ésto sí nos llama la atención, pues no es lo habitual, y no conocemos con certeza el mecanismo por el cual ésto ocurre.

La teoría más aceptada se basa en que durante el esfuerzo físico la sangre se va hacia los músculos del aparato locomotor (que necesitan más energía) y hacia los órganos implicados en el rendimiento, como el corazón y los pulmones, dejando, consecuentemente, desabastecidos los vasos sanguíneos del aparato digestivo (pues el aparato digestivo, en estas circunstancias, necesita proporcionalmente menos energía): eso daría lugar a pequeños microinfartos en la pared del tubo digestivo que podrían explicar alteraciones en la mucosa que condicionan un aumento de la permeabilidad intestinal. Esa permeabilidad alterada permitiría la absorción de determinadas sustancias que, en condiciones normales, no pasarían la barrera, o la pasarían en cantidades muy inferiores, y que, una vez dentro, provocarían una activación del sistema inmunológico y la respuesta anómala que deriva en una anafilaxia.

El doctor Óscar Cáceres, alergólogo e inmunólogo clínico del Hospital Viamed Santa Ángela de la Cruz, de Sevilla, ha comprobado que, efectivamente, deportistas de élite como triatletas y tenistas profesionales, cuando están sometidos a un estrés físico importante, tienen alteración de la permeabilidad intestinal, y que ello deriva en un aumento de la sensibilización de estas personas a determinados alimentos.

La teoría del Dr. Cáceres y su equipo es que debido a esta sensibilización alimentaria, aun cuando no se desencadenara una anafilaxia (no siempre esa sensibilización tendría que estar mediada por IgE), los deportistas podrían sufrir molestias gastrointestinales u otros síntomas que condicionaran bajo rendimiento, lo cual limitaría sus resultados y sería el origen de numerosos abandonos. Para identificar esas sensibilizaciones utilizan el Test de Medición de Histamina, una prueba que analiza un aspecto concreto de la respuesta inmunológica del organismo ante determinados alimentos. La consecuencia final sería que, eliminando de la dieta el alimento frente al que se hubiera detectado la sensibilización, podría mejorar el rendimiento, sin que en ningún caso ello pudiera considerarse como una forma de dopaje.

De momento, por atractiva que pueda resultar, la teoría del Dr. Cáceres es eso: una teoría, y todavía no tenemos evidencia suficiente para defender inequívocamente su veracidad. Pero de una cosa sí estamos seguros: investigar sobre los procesos de sensibilización frente a alimentos en el contexto de ejercicio físico extenuante ayudará a conocer mejor los mecanismos por los que se produce ese cuadro tan peculiar que es la anafilaxia inducida por ejercicio dependiente de alimentos, de cuyos fundamentos todavía nos queda mucho por aprender.

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