Para los griegos clásicos, ambrosía era el nombre del alimento de los dioses del Olimpo, la comida y bebida que éstos ingerían y que les confería su inmortalidad.
Para los norteamericanos del siglo XXI, la ambrosía es una planta cuyo polen representa para ellos lo que para nosotros representa el del olivo: se trata del polen que produce la alergia respiratoria más prevalente allí.
En España, sin embargo, en la actualidad esta planta todavía no está muy extendida, y la alergia a su polen no constituye aquí un problema de salud pública.
¿Por qué la abordamos, entonces, como alérgeno del mes? Porque se están cimentando las bases para que esa situación pueda cambiar.
Las ambrosías (Ambrosia spp.) son un género de plantas herbáceas o arbustivas pertenecientes a la familia de las asteráceas, nativas de Norteamérica y Sudamérica, desde donde se han extendido por el resto del mundo. Concretamente la ambrosía común (Ambrosia artemisiifolia) es una hierba que alcanza un tamaño de 50 a 80 cm de altura, cuyas ramas tienen pelillos y cuyas hojas están divididas en pequeños picos aterciopelados. Se trata de una maleza originaria de Norteamérica (donde es muy común) que se está extendiendo rápidamente como especie exótica e invasora en Europa.
Ambrosia artemisiifolia, de Dalgial.
En Norteamérica, la ambrosía (ragweed es su nombre en inglés) es un alérgeno muy común, que produce allí en torno a la mitad de todos los casos de rinitis alérgica por polinosis, pues además de ser una especie ampliamente distribuida, produce polen en cantidades asombrosas: una simple planta puede producir alrededor de mil millones (es decir, un millardo) de granos de polen en una estación (la polinización tiene lugar generalmente entre agosto y octubre, ambos meses incluidos), y se estima que un metro cuadrado de plantas de ambrosía puede producir 16 toneladas de polen. Además, se trata de un polen de alta capacidad alergénica, perfectamente adaptado para la polinización anemófila, que puede permanecer en suspensión durante días y viajar grandes distancias (más de 600 km desde su punto de origen).
El principal componente alergénico de este polen es una proteína de 38 kDa que recibe el nombre de Amb a 1. Pero también contiene otros componentes alergénicos, como profilina (lo cual hace que algunas personas alérgicas a ambrosía tengan también síndrome de alergia oral cuando comen algunos alimentos vegetales, como kiwi, plátano o melón).
Polen de Ambrosia artemisiifolia, de Marie Majaura.
En Europa, ya se ha asentado en la gran llanura del centro del continente (particularmente Hungría se ha visto muy afectada en las dos décadas pasadas), en áreas del norte de Italia y del sudeste de Francia.
Una vez que la ambrosía salvaje ha arraigado en un lugar es difícil de erradicar debido a factores como su capacidad para regenerarse cuando se corta y su capacidad de desarrollar resistencia a los pesticidas.
Un estudio recientemente publicado en Nature Climate Change ha analizado datos del periodo comprendido entre 1986 y 2005 para crear modelos matemáticos que predigan su comportamiento hasta 2050. Según este trabajo, mayores cantidades de CO2 en la atmósfera y un clima cada vez más seco mejorarán la dispersión de su polen, cuya concentración aumentaría en el centro y norte de Europa, norte de Francia y el sur de Inglaterra (donde hasta ahora es baja), por cuatro. España, el norte de Italia, Ucrania y los Balcanes verán cómo la concentración de polen aumentaría también casi hasta el doble de la actual.
En 2013, la Unión Europa analizó la rápida expansion de la planta y su efecto en la agricultura y el ser humano, valorando los daños causados en 4.500 millones de euros. Y la cosa está, podríamos decir, empezando.
Los resultados del reciente estudio mencionado arriba apuntan a que controlar la «actual invasión de ambrosía en Europa será más difícil en el futuro, cuando el medioambiente sea más favorable para su crecimiento y expansión», lo que permite concluir la necesidad de desarrollar programas de erradicación eficaces lo antes posible.