Hoy se inaugura el Mundial de Fútbol 2014, que se celebra en Brasil.
Aprovechando esa circunstancia, vamos a abordar una cuestión que con relativa frecuencia se plantea en la consulta del alergólogo: ¿Puede hacer deporte una persona que padece asma bronquial? Y, más específicamente, relacionándolo con el evento que hemos mencionado arriba, ¿puede jugar al fútbol?
La respuesta a ambas preguntas es afirmativa. Las personas que padecen asma pueden practicar deporte, incluso deporte de competición, y hasta pueden destacar en ello.
Sabemos que entre un 8 y un 12 % de los deportistas que compitieron en los Juegos Olímpicos de 1992 (celebrados en Barcelona) eran asmáticos. Entre los participantes españoles, 22 padecían esta enfermedad. Hay, además, algunos deportistas de élite (de diversas disciplinas: ciclismo, natación, atletismo, …) que han hecho pública su condición de asmáticos, lo cual resulta muy incentivador para otras personas asmáticas que quieren practicar deporte.
Con carácter general, la práctica habitual de deporte supone diversos beneficios para la salud de quien lo practica, y eso no es diferente en el caso de la persona asmática. Ayuda, por ejemplo, a mantener un buen estado físico, lo cual incluye mantener un peso saludable: ya hemos comentado en alguna ocasión anterior que la obesidad puede relacionarse con una mayor dificultad para controlar el asma; pues bien, mantenerse activo ayuda a luchar contra la obesidad. También ayuda a controlar o a evitar otras circunstancias que, al igual que la obesidad, se consideran factores de riesgo cardiovascular, como la dislipemia y la diabetes, y de esa forma se disminuyen las probabilidades de sufrir complicaciones. Por supuesto, el entrenamiento aumenta la capacidad de esfuerzo y fortalece los músculos, algo que en la persona asmática es importante (y en especial, aunque no de forma exclusiva, en lo referente a los músculos del tórax, que participan en los movimientos respiratorios). Con un adecuado entrenamiento, se consigue aumentar el umbral de tolerancia al esfuerzo, es decir, las personas asmáticas podrán hacer esfuerzos más intensos sin repercusiones negativas. Y los beneficios no son solamente físicos. El deporte también hace que el sujeto libere endorfinas, que son moléculas que proporcionan bienestar, y se ha demostrado que mejora la autoestima.
Todas esas ventajas tienen lugar en las personas asmáticas, de igual modo que en las personas sanas.
Suele decirse que las personas que padecen asma pueden realizar casi cualquier deporte, si bien es cierto que hay algunos más adecuados que otros. El deporte que suele desaconsejarse a las personas asmáticas de forma más consensuada es el buceo con bombonas de aire comprimido, por los cambios de presión que implica y por la imposibilidad de adoptar de forma inmediata las medidas necesarias si se presentara una crisis de asma a una profundidad importante.
Los deportes de resistencia, y aquéllos que requieren un gasto energético durante un periodo de tiempo prolongado, como es el caso del fútbol, no están entre los más recomendados, pero pueden perfectamente practicarse siempre que se tengan en cuenta algunas precauciones importantes que detallamos a continuación.
En primer lugar, para poder realizar deporte el asma debe estar controlada. No debe encontrarse, por supuesto, en plena crisis, y la situación debe ser lo suficientemente estable como para que no exista un riesgo importante de que se desencadene una: a veces, la hiperventilación (es decir, la respiración rápida y/o profunda, como la que se produce cuando una persona jadea) se comporta, por sí sola, como factor desencadenante de una crisis. La persona asmática llega a conocerse y a identificar sus síntomas, y a veces puede detectar situaciones que representan un riesgo elevado de descompensación, pero, en cualquier caso, es importante siempre seguir las recomendaciones del médico, y, por supuesto, una buena adherencia terapéutica (es decir, un buen cumplimiento del tratamiento).
El tratamiento del asma es un tratamiento escalonado, lo cual implica que no es igual para todos los enfermos (varía dependiendo de las características de la enfermedad y de las circunstancias), pero con frecuencia incluye un tratamiento de base, antiinflamatorio, que se utiliza de forma habitual aunque no haya síntomas (de forma preventiva, podríamos decir), y un tratamiento que llamamos “de rescate”, que se utiliza para tratar los síntomas (recordemos que los más habituales son dificultad para respirar, tos, sensación de pitidos al respirar, opresión torácica) cuando éstos aparecen. Es fundamental no descuidarse con el tratamiento de base (que disminuye la probabilidad de que se presenten descompensaciones y, por tanto, de que haya crisis), y llevar encima el tratamiento de rescate cuando uno se dispone a hacer ejercicio, por si acaso resultara necesario.
El frío también puede comportarse como irritante inespecífico y dar lugar a una crisis. Por ese motivo, es preferible evitar la practica de deporte en condiciones de frío ambiental importante (como puede deducirse, deportes como el esquí sobre nieve o el hockey sobre hielo requieren especial prudencia).
En caso de que el asma sea de causa alérgica conocida, es fundamental evitar, en lo posible, el alérgeno o los alérgenos responsables. Si se trata de pólenes, por pura lógica es conveniente evitar para la práctica de un deporte de exteriores el lugar geográfico y/o la época en que pueda resultar más probable el contacto con los mismos.
Nuestro consejo es que hables con tu médico sobre tu intención o tu hábito de practicar deporte. Sin duda, dependiendo de las características de tu asma, te aconsejará acerca de precauciones a adoptar o sobre estrategias de entrenamiento que puedan resultarte favorables. Es, de igual modo, importante que las personas que practican deporte contigo (muy especialmente tu entrenador, si fuera el caso, y tus compañeros, si se trata de un deporte de equipo) sepan que eres asmático/a y acepten que esa circunstancia puede condicionar la continuidad de tu participación en el juego (pues podrías, por ejemplo, necesitar una pausa o descanso de forma imprevista), así como que sepan de qué forma actuar si aparecieran síntomas.