Clamor popular en Andalucía por una sanidad digna

Hubo un tiempo en que teníamos muchos motivos para estar orgullosos de nuestro servicio público de salud, y, de hecho, estábamos orgullosos. Incluso llegábamos a decir (porque de verdad lo pensábamos) que teníamos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, si no el mejor.

Las bases de nuestro Sistema Nacional de Salud se establecieron en 1986 con la llamada Ley General de Sanidad. Se creó entonces un sistema de salud con vocación de universal, que ofrecía una atención integral de forma gratuita en la mayoría de los casos, y esgrimía la equidad (un concepto relacionado con la justicia social, que hace referencia a dar a cada cual en función de sus necesidades) como una de sus banderas: motivos, como decíamos, para estar orgullosos.

Pero pasaron las décadas, y el desequilibrio resultante de los recursos necesarios (para mantener una medicina de calidad, con un elevado nivel de tecnificación, para todos en todas las circunstancias) y los que realmente se inyectaban al sistema (en un escenario de crisis económica global, en el que, además, las prioridades de quienes tenían capacidad de decisión no siempre han coincidido con las de los ciudadanos) dieron como resultado múltiples deficiencias que, a pesar de los esfuerzos de los profesionales sanitarios, han terminado repercutiendo sobre los pacientes. Durante años, el sistema se ha estado manteniendo gracias a contar con profesionales extraordinariamente preparados, extraordinariamente motivados, y extraordinariamente mal pagados (muy por debajo de la mayoría de países de nuestro entorno), capaces de dejarse la piel para sostener sobre sus hombros el funcionamiento de los servicios, a pesar de niveles de precariedad laboral y de sobrecarga de trabajo que no se dan en otros sectores.

Y en la actualidad, a pesar de ello, las carencias del sistema son evidentes, aunque desde el Gobierno (en este caso, del Gobierno de las Comunidades Autónomas, en nuestro caso la Junta de Andalucía, pues las competencias de asistencia sanitaria están transferidas a las Comunidades Autónomas) se intente transmitir públicamente otra imagen diferente.

Y, finalmente (¡por fin!), ya no son sólo los profesionales sanitarios los que están denunciando la situación, sino que la población ha decidido implicarse para reivindicar una sanidad digna.

En Andalucía, la punta de lanza ha sido Granada, donde un médico de urgencias hospitalarias, Jesús Candel, más conocido por el apodo «Spiriman» se ha erigido en líder y en símbolo de la unión entre profesionales y usuarios, consiguiendo, valiéndose de una utilización constante y entusiasta de las redes sociales, aunar a unos y otros para reivindicar mejoras en una sanidad cuya gestión se estaba considerando ya intolerable. Y otras ciudades andaluzas se están uniendo a la protesta, pues el mal es general.

Ayer domingo hubo manifestaciones para reivindicar una sanidad digna en Granada, Málaga y Huelva, en las que participaron decenas de miles de personas.

Con diferencia, la de Granada fue la más multitudinaria, pero el clamor simultáneo (por supuesto, no casual) en las tres ciudades andaluzas es una muestra de que la conciencia se está expandiendo.

Hubo un tiempo en que estábamos orgullosos de nuestro servicio público de salud, y teníamos motivos para ello. Hoy, nos sentimos orgullosos  de que decenas de miles de personas, profesionales y usuarios, se manifiestan de forma reiterada (incluso a pesar de un tiempo inclemente) para reivindicar mejoras en el mismo. Lamentablemente, también tenemos motivos para ello.

pancarta

Pancarta que encabezaba la manifestación en Málaga.