La anafilaxia es una reacción alérgica grave, de instauración brusca, y que puede poner en peligro la vida. Se trata de la manifestación más grave que existe de una enfermedad alérgica. Sus características son las siguientes:
1. Se trata de una reacción alérgica que, a diferencia de los casos en que únicamente se implica un órgano u aparato (la piel en el caso de la urticaria, la nariz en el caso de la rinitis, …), afecta a todo el organismo (por ese motivo, recibe el nombre de reacción sistémica), pudiendo dar lugar a síntomas variados en los distintos órganos o aparatos.
2. Es una reacción de presentación rápida, aparece en un periodo de tiempo inmediato al contacto con la sustancia que la produce: pocos minutos, característicamente no más allá de 30 minutos, aunque en algunos casos su presentación puede ser más tardía.
3. Como hemos dicho, puede ser muy grave, hasta el punto de poner en riesgo la vida. Por lo general, la mayor gravedad del cuadro se relaciona con la afectación del aparato respiratorio (con dificultad para respirar y asfixia) y del sistema cardiovascular (con caída de la tensión arterial y pérdida de conocimiento, lo cual recibe el nombre de shock anafiláctico o choque anafiláctico). Las manifestaciones cutáneas, por su parte, generalmente con enrojecimiento, hinchazón o sobreelevación en forma de habones (típicos de la urticaria) y prurito (picor intenso), siendo las más frecuentes, no revisten, en sí mismas, tanta gravedad.
La anafilaxia o reacción anafiláctica constituye, por lo dicho, una urgencia médica y precisa una atención rápida y adecuada. Lógicamente, una vez tratado y resuelto el episodio de urgencia, el paciente debe ser derivado a un alergólogo para concretar la causa, seguir el tratamiento correspondiente y aprender cómo evitar nuevos episodios.
Las causas más frecuentes de anafilaxia son los medicamentos, los alimentos y las picaduras de insectos himenópteros (fundamentalmente abejas y avispas). En los adultos, la causa más frecuente son los fármacos, entre los cuales destacan antibióticos como las penicilinas y sus derivados (que reciben el nombre de beta-lactámicos). El segundo lugar lo ocupan los alimentos, que son la causa más frecuente en niños (huevo, leche, frutos secos, determinadas frutas como el melocotón, pescado y mariscos son los alimentos que con más frecuencia causan alergia). Otras posibles causas de anafilaxia (como el látex, presente en productos de goma, o el anisakis, un parásito del pescado) son menos frecuentes, si bien no por ello menos graves cuando dan lugar al cuadro tras entrar en contacto con personas alérgicas.
Se estima que, en conjunto, la anafilaxia afecta a entre 3 y 30 individuos de cada 100.000 personas cada año, y que, una vez presentada, de un 0,05 % a un 2 % de casos podrían resultar mortales. No obstante, una gran mayoría de estos cuadros podrían evitarse cuando un buen diagnóstico permite al paciente conocer su alergia y actuar en consecuencia.
La educación del paciente y de su entorno es fundamental para conseguir una adecuada prevención. Los pacientes deben ser debidamente informados de las sustancias que le provocan alergia, cuál debe ser la conducta adecuada para evitarla y cómo deben actuar si, a pesar de todo, aparecen los síntomas.
El tratamiento de la anafilaxia requiere una serie de medidas que implican valoración y una actuación lo más precoz posible por personal médico, pero existe una medida que el propio enfermo puede poner en práctica en cuanto nota la presentación del cuadro: la administración de adrenalina.
Existen dispositivos de adrenalina autoinyectable comercializados en España, que permiten que el paciente se la aplique en caso de presentar una reacción anafiláctica. Son instrumentos con aspecto similar a bolígrafos, de fácil utilización, con dosificaciones diferentes para que puedan utilizarse tanto en adultos como en niños, y que administran una dosis de adrenalina adecuada por vía intramuscular. Se prescriben a personas que tienen un riesgo importante de padecer anafilaxia (generalmente cuando se conoce una alergia que podría dar lugar a ella, y no existe certeza de poder evitar el contacto con la sustancia responsable), debiendo el paciente llevarla consigo y saber cuándo y cómo utilizarla.