Si has prestado atención en las últimas semanas a las noticias sobre alergia divulgadas por diversos medios, habrás tenido oportunidad de leer (o de oír) algo así como que «la picadura de una garrapata transmite una alergia a la carne roja», o que «la picadura de una garrapata puede convertir en vegetarianos a las personas», u otras afirmaciones igualmente desconcertantes. Cuando nosotros conocimos la noticia, pensamos que merecía un abordaje sosegado, por lo que no hemos querido contribuir a divulgarla, ni siquiera a través de nuestra cuenta de Twitter (@Alergologos), hasta tener oportunidad de dedicarle una entrada de nuestro blog: precisamente ésta que estás leyendo ahora.
Las garrapatas son una familia de ácaros (son, por tanto, arácnidos, pero no insectos) que, a diferencia de los ácaros del polvo doméstico que ya hemos mencionado en otras ocasiones en este blog, no son microscópicos: se trata, por el contrario, de los ácaros de mayor tamaño que existen, y pueden verse a simple vista. Son parásitos hematófagos (es decir, que se alimentan de sangre). Las que parasitan a los mamíferos (entre ellos, claro está, el ser humano) se engloban bajo el nombre técnico de ixoideos, y pueden transmitir diversas enfermedades infecciosas, algunas de ellas graves.
Esta fotografía, que muestra una garrapata común (Ixodes ricinus), es de James Lindsey, y se utiliza aquí bajo licencia Creative Commons:
Sin embargo, como hemos dicho anteriormente, la alergia no es una enfermedad infecciosa, ni puede contagiarse como si lo fuera.
De ahí la sorpresa que experimentaron los médicos que, a mediados de la década pasada en Estados Unidos, detectaron que, en un grupo de pacientes que consultaban por haber desarrollado una alergia a la carne roja (tras haberla tolerado previamente durante años sin problemas) parecía existir un antecedente común: una picadura de garrapata poco antes del inicio del problema.
Con la expresión «carne roja» nos referimos a una carne que presenta un color rojo o rosado oscuro cuando está cruda, y generalmente corresponde a la carne de los mamíferos: no se engloba, en este concepto, la carne de las aves (que suele referirse, más bien, como «carne blanca», pues cuando está cruda presenta al corte una coloración más clara) ni la carne de los pescados.
Aunque todavía quedan aspectos sin aclarar en este síndrome, y hacen falta más estudios, en la actualidad está identificada la molécula que parece ser responsable del problema: se trata de la Galactosa-alfa-1,3-galactosa (abreviadamente conocida como alfa-gal), una molécula que, curiosamente, está presente en todos los mamíferos a excepción de los primates (entre los cuales estamos nosotros) y que se ha encontrado también en la saliva de algunas especies de garrapata.
La picadura de la garrapata podría, entonces, inyectar la molécula alfa-gal y hacer que la víctima se sensibilizara frente a la misma, es decir, que produjera anticuerpos de tipo IgE (responsables, como sabemos, de las reacciones alérgicas), los cuales determinarían que en posteriores contactos con alfa-gal (¡al comer carne de mamíferos!) tuviera lugar la reacción. Precisamente la publicación de un estudio reciente que confirma la implicación de la IgE en estos cuadros es lo que ha hecho que los medios de comunicación, de repente, se hayan interesado por este tema.
No es descabellado plantearse por qué motivo la picadura de la garrapata puede sensibilizar frente a alfa-gal a una persona que ha tenido contacto previo reiterado o continuado con esa molécula, pues ha comido carne roja toda su vida, sin problema. La explicación más plausible es que debe de existir en la saliva de la garrapata alguna sustancia (probablemente, una proteína) que, unida a la alfa-gal, facilita que el sistema inmunológico reaccione fuertemente contra ella. Aunque eso no está comprobado (ni, de ser cierto, conocemos cuál es esa proteína), explicaría también uno de los principales misterios de este cuadro: la alfa-gal es un carbohidrato (es decir, un azúcar), y no es habitual que los azúcares puedan desencadenar una respuesta inmunitaria de este tipo si no se unen previamente a proteínas, ya sean del propio organismo de la víctima o procedentes del exterior. Habiendo, sin embargo, una proteína implicada, la estructura conjunta resultante tiene ya entidad suficiente como para que el sistema inmunológico la reconozca como extraña (no olvidemos que la molécula en cuestión no está presente en nuestro organismo, por lo que es ajena al mismo) y reaccione virulentamente contra ella. En contactos posteriores con la galactosa-alfa1,3-galactosa, estando los anticuerpos ya preformados (podríamos decir «estando la artillería ya cargada y preparada»), probablemente nuestro sistema inmunológico ya no necesitaría que la proteína estuviera presente para reaccionar contra el carbohidrato.
El hecho de que la garrapata inyecte la molécula de alfa-gal directamente al torrente sanguíneo, sin haber pasado previamente por el tubo digestivo, también puede influir en que el sistema inmunitario la reconozca y reaccione contra ella con mayor intensidad.
Y quizás sean ambos factores los que contribuyan a que una persona que ha estado comiendo carne con alfa-gal toda su vida, de repente se sensibilice frente a esa molécula tras la picadura de la garrapata. Ello no quiere decir que todas las personas que hayan sufrido la picadura de la garrapata vayan a sensibilizarse, ni tampoco implica que la única forma de sensibilizarse sea sufrir la picadura de una garrapata.
Las manifestaciones clínicas de esta alergia suelen aparecen de forma retardada, unas 4 a 8 horas después de haber comido carne de mamíferos, pero una vez que aparecen son muy similares a las de otras alergias alimentarias mediadas por IgE: erupción cutánea pruriginosa, angioedema, trastornos gastrointestinales, o incluso una anafilaxia.
Otra característica de esta alergia es que no parece persistir indefinidamente en el tiempo, sino que poco a poco los niveles de IgE en sangre van disminuyendo hasta desaparecer, y entonces la carne llegará a tolerarse de nuevo sin problemas… salvo que haya una nueva picadura.
Lo que no puede afirmarse es que esta persona «se vuelva vegetariana», pues puede seguir comiendo carne de cualquier animal que no contenga alfa-gal en su organismo, como pollos, pavos u otras aves.
Por suerte, esta alergia no es frecuente en nuestro entorno… pero quien la padece debe saber, también, que hay determinados medicamentos que contienen alfa-gal, y que, en su caso, deberían evitarse.