El árbol de Navidad es un elemento decorativo, típico de la fiesta de Navidad. Tradicionalmente suele emplearse una conífera de hoja perennne, destacando entre ellas el abeto y el pino, decorada con adornos como bolas de colores, estrellas, guirnaldas o luces.
Son múltiples los ejemplos de utilización de árboles como ornamento con connotaciones sagradas en culturas y civilizaciones anteriores al cristianismo: los babilonios, los egipcios e incluso los antiguos romanos atribuían significados religiosos a diversos árboles de hoja perenne. Pero es posible que la tradición del árbol navideño, tal como se conoce en la actualidad, tenga un origen germano. Cuando los primeros cristianos llegaron al norte de Europa, descubrieron que sus habitantes celebraban el nacimiento de Frey, uno de sus dioses, adornando un árbol de hoja perenne en una fecha próxima al solsticio de invierno. Este árbol era un símbolo del árbol del Universo, llamado Yggdrasil, en cuya copa se hallaba Asgard (la morada de los dioses). Posteriormente, con la evangelización de esos pueblos, los conversos tomaron la idea del árbol para celebrar el nacimiento de Cristo, pero cambiándole totalmente el significado.
Aunque en la actualidad está muy popularizado el uso de árboles artificiales, por ejemplo de plástico, siguen utilizándose árboles naturales, habitualmente cortados a nivel del tronco.
Si se trata de un árbol natural, al estar cortado y separado de sus raíces sus funciones vitales se ven interrumpidas. Por ello, no cabe esperar que polinice. Aunque la alergia al polen de coníferas no es muy frecuente como problema de salud en nuestro entorno, en este caso estamos hablando de un árbol muerto, por lo que ni siquiera es una posibilidad.
Sin embargo, en cuanto comience a descomponerse se convertirá en un caldo de cultivo ideal para el desarrollo de hongos. Recordemos que la materia orgánica en descomposición es ideal como sustrato para el crecimiento de hongos, y con una alta probabilidad puede llegar un momento en que sea precisamente eso lo que tendremos en un lugar privilegiado de nuestro salón.
En contrapartida, si el árbol de Navidad es artificial, como por ejemplo de plástico, las personas alérgicas a hongos no tienen que esperar un especial riesgo por su proximidad. Sin embargo, uno de los inconvenientes de los árboles de plástico, derivados del hecho de que suelen guardarse (y, frecuentemente, en un lugar húmedo y oscuro, como un trastero) para reutilizarlos año tras año, es la posibilidad de que acumulen grandes cantidades de polvo, convirtiéndose de ese modo en un criadero de ácaros: polvo que, por otra parte, puede ser difícil de eliminar del todo, si se instala en los recovecos entre las numerosísimas hojas aciculadas, donde difícilmente van a llegar los instrumentos de limpieza habituales.
Las personas con alergia respiratoria, por todo ello, deben tener especial cuidado con el tipo de árbol de Navidad que eligen, si es que deciden decorar su Navidad con uno.