Este año 2014 se ha cumplido el quincuagésimo aniversario de Mary Poppins: hace 50 años ya (concretamente, se cumplieron el pasado 27 de agosto) que la conocidísima película musical dirigida por Robert Stevenson y producida por Walt Disney se estrenó por vez primera.
Mary Poppins (personaje creado por la escritora P. L. Travers, quien al parecer resultó bastante difícil de convencer para adaptar al cine su novela homónima) era una niñera muy especial, capaz de cambiar, claramente para mejor, la vida de una familia disfuncional londinense con su carácter divertido, sus trucos de magia y su forma de entender el mundo.
En realidad, para ejercer como niñera no hace falta entender de magia. De hecho, no existe ninguna titulación específica para ejercer el oficio de cuidador de niños en domicilio, y su cualificación profesional no está reglada. Parece que nuestra sociedad entiende, entonces, que para vestir, bañar y dar de comer a los niños, llevarlos y traerlos de la escuela, sacarlos a pasear o a recrearse, entretenerlos con juegos o con narraciones, vigilarlos en ausencia de sus padres, controlar su conducta y orientar su desarrollo social, tal vez no son necesarios más conocimientos o habilidades que ser diligente, afectuoso, honesto y ecuánime.
Sin embargo, y aunque con carácter general no se considere un requisito básico, no estaría de más que los cuidadores de niños en domicilio tuvieran un conocimiento básico en materia de alergias, y supieran cómo evitar, si hubiera riesgo, y cómo reaccionar en caso de una crisis alérgica grave en alguno de los niños que cuidan. Ésto, como cualquier padre o madre de niños con alergia alimentaria suscribirían, no es un capricho: en una sociedad en la que los miembros adultos de la familia, independientemente de su sexo, tienen, o aspiran a tener, un trabajo fuera de casa, y con una prevalencia de alergias alimentarias en los niños cada vez mayor, la tranquilidad de los padres radica en poder confiar en que sus hijos, aún cuando sean alérgicos, están seguros con la persona que los cuida.
Recientemente se ha publicado en la revista The Journal of Allergy and Clinical Immunology: In Practice un trabajo norteamericano que, mediante la realización de encuestas a un grupo de 153 niñeras, sondea el conocimiento que este colectivo tenía sobre la prevención y tratamiento de reacciones alérgicas a alimentos, con el objetivo de detectar posibles áreas de mejora. Los autores (Greiwe y sus colaboradores) constataron que las personas encuestadas, en general, reconocían los alérgenos alimentarios más comunes y eran conscientes de la potencial gravedad de una reacción.
Sin embargo, se encontraron algunos datos preocupantes. Aún cuando allí existen escuelas para formación reglada de cuidadores de niños, menos de la mitad de las que habían acudido declararon haber recibido formación específica sobre alergias alimentarias. Sólo el 58 % de las niñeras se aseguraban de que los niños alérgicos a su cargo llevaran siempre consigo la adrenalina. Un 46 % del total no se sentían seguras en el uso de adrenalina en una posible emergencia. Una de cada cinco no era consciente de la necesidad de lavarse bien las manos después de tocar los alérgenos alimentarios, y un 30 % de las encuestadas creían que las reacciones podían evitarse simplemente retirando selectivamente del plato ya preparado los elementos peligrosos.
En conclusión, los resultados de este trabajo no resultaron nada tranquilizadores. Se trata de un trabajo realizado en Estados Unidos (los autores son de Ohio), y en España no hay nada parecido, pero sin duda es conveniente que las familias donde haya un niño alérgico se aseguren de que sus cuidadores domésticos reciben una adecuada y sólida formación en este ámbito: aunque haya que proporcionársela de forma expresa, éste es un tema que no debemos descuidar, y en el que no podemos confiarnos.