Asma, sensibilización al cacahuete… y conclusiones precipitadas

Recientemente, en un congreso americano celebrado en Denver (la reunión anual de la American Thoracic Society), un grupo de investigadores ha presentado los resultados de un trabajo que relacionaba la presencia de asma bronquial en niños con la sensibilización frente al cacahuete. Los autores han estudiado a 1.517 niños con asma del Hospital Infantil de La Misericordia en Toledo, Ohio (EEUU), y constataron que más de la mitad de ellos mostraba sensibilidad al cacahuete (66%). Un 44% (665) dio positivo en un análisis de sangre (para detectar los anticuerpos IgE) y otro 22% (148) en una prueba cutánea.

El hallazgo ha tenido mucha repercusión en la prensa (incluso aquí, en España, la prensa generalista se ha hecho eco al inicio de esta semana), lo cual es comprensible si tenemos en cuenta que algunos han interpretado que la alergia al cacahuete podría estar en el origen del asma, y que si se abstuvieran de tomar cacahuetes, quizás estos niños mejorarían de forma espectacular de su enfermedad respiratoria. Los propios autores del estudio referido sugieren que los niños que padecen un asma de difícil control podrían tener una mayor probabilidad de estar sensibilizados a cacahuete, y que los padres deberían considerar hacerles pruebas para descartar una posible alergia a cacahuetes.

¿Es la cosa así de simple?

Lamentablemente, no lo es. Como ya hemos referido en otras ocasiones, el hecho de que se encuentren asociaciones estadísticas entre dos factores (en este caso, padecer asma y estar sensibilizado a cacahuete) no implica que ambos factores estén relacionados de un modo causal (es decir, no quiere decir que padecer asma se deba a ser alérgico al cacahuete, ni tampoco que ser alérgico al cacahuete se deba al hecho de ser asmático). Puede haber otras explicaciones, como más adelante argumentaremos.

Pero, además, por otra parte, estar sensibilizado frente a un alérgeno no significa ser alérgico: recordemos que no es lo mismo estar sensibilizado que tener alergia. La alergia es un cuadro clínico, es decir, debe producir síntomas o signos clínicos. Si tales síntomas o signos no existen, no podemos decir que esa persona padezca alergia: aunque esté sensibilizada. Y ocurre que, a veces, por motivos no siempre bien conocidos, se constata sensibilización sin que exista una verdadera alergia.

El trabajo de investigación al que nos estamos refiriendo se basó en la realización de pruebas de laboratorio y pruebas cutáneas a los niños: tanto las unas como las otras pueden demostrar la existencia de sensibilización, pero no implican que exista alergia. De hecho, los propios investigadores anunciaban que en casi el 50 % de los casos en que se detectó sensibilización, ni los propios niños ni sus familiares sospechaban la existencia de una alergia: probablemente, porque no la había (es decir, no tenían síntomas relacionados con la ingesta de cacachuete… ¡y eso que en EEUU se comen muchos cacahuetes o productos derivados!).

Las pruebas cutáneas positivas, o los análisis de laboratorio positivos, por sí solos, no son suficientes para hacer un diagnóstico de alergia. Hay que valorarlos en el contexto del cuadro clínico que el paciente presenta.

Por eso, hacer esas pruebas de forma indiscriminada a niños con asma (sin entrar en el consumo injustificado de recursos que representaría) podría llevar potencialmente a diagnósticos erróneos, con actuaciones innecesarias que probablemente consistirían en retirarles los cacahuetes (y derivados) de la dieta. Pero la realidad es que no hay ninguna evidencia de que diagnosticar sensibilización a cacahuetes y retirar los cacahuetes de la dieta mejore el control del asma: el asma no es una manifestación de la sensibilización o la alergia a cacahuetes.

Ocurre, no obstante, que la alergia es una enfermedad sistémica (es decir, que afecta a todo el organismo) para la que existe una predisposición de tipo genético. Y no son raras las sensibilizaciones múltiples (cuando una persona es alérgica, tiene más tendencia a desarrollar sensibilizaciones a distintos alérgenos, con manifestaciones en diversos órganos). El asma, por su parte, es de tipo alérgico en un porcentaje importante de los casos: cuando eso ocurre, no es descabellado pensar que esa persona pueda tener sensibilizaciones diversas, aunque no todas ellas produzcan síntomas.

La alergia al cacahuete es una alergia alimentaria muy frecuente en EEUU. No es de extrañar que, en una población alérgica (recordemos que los investigadores estudiaron a niños asmáticos), se encuentre una mayor tasa de sensibilización a cacahuete de lo que cabría esperar en la población general. Quizás, en nuestro entorno, si nos dedicáramos a hacer pruebas de forma indiscriminada a los niños alérgicos o asmáticos, encontráramos una tasa de sensibilización a proteínas de la leche o a huevo (alergias alimentarias infantiles más frecuentes, aquí, que la del cacahuete) mayor de lo que cabría esperar en la población general. Pero no hay ninguna evidencia de que privar a esos niños de leche o de huevo pueda mejorar el control de su asma.

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